"No existen días malos, todo depende de como lo mires" y demás lemas de formato parecido sobre como superar las penas, tener un buen día, sonreír todo lo que se pueda, conseguir tus objetivos en la vida, no quejarse inútilmente y positivismo a tope-dabuten-guay del paraguay son la base de una cinta sencilla, ligera y hábil, bastante llevadera dentro de su forzada torpeza cómica, nada pesada ni mortecina o absurda hasta el aburrimiento agotador en un clásico de cine familiar, género comedia gamberra-light pensada para horario infantil, para todas las edades y un público en familia, preferentemente, donde cada cual pueda escoger a su identificador favorito y luego comentar las idílicas escenas vistas en esa entrañable cena familiar donde, todo reunidos, se dialoga y conversa con serenidad al calor del hogar familiar..., ¡ahhh! perdón, que ¿ésto sólo ocurre en las películas?
Steve Carrell como sabio standarte y pilar, siempre firme, seguro y eficiente, de un grupo de actores desdeñables que reviven -o, al menos, intentan- el espíritu y la genialidad de un Steve Martín en "Dulce hogar..., a veces", cuyo accidental día narrado tiene la destreza inteligente de ser breve, no forzar las boberías y hacerlas de recepción digestiva, cómoda y fácil ya que no será necesario el uso de repelente contra la ordinariez de ñoñerías de mal gusto, donde su diversión es recatada para adultos-sensacional para niños y donde echarás más de una sonrisa imprevista gracias a la capacidad innata de hacer reír y provocar diversión del actual rey del humor y, el resto, según la compañía que contemples, te resultarás más agradable o menos insoportable en una película de estructura conocida, de fácil asimilación, previsiones a corto plazo instantáneo y perecedero con rapidez y una básica finalidad de entretenimiento que cumple con mayor esmero de lo previsto.
Que tus padres no te entiendan, que tus hermanos no te escuchen, tropezar delante del chico/a que te gusta, estropear el experimento de química, quemar los apuntes de clase, quedarse afónica el día de la actuación de tu vida, un grano en la cara la noche de tu esperada cita, fastidiarla en una entrevista de trabajo, llorar como un descosido por perder tu chupete predilecto, comer rotulador verde, drogarse de jarabe medicinal, gritar palabras malsonantes -vamos a ser finos y no decir ¡cabrón!- al conductor inútil de delante..., todos hemos tenido días malos, días de pegar una patada a la basura, cagarse en los muertos y desear repartir nuestra desdicha y mala leche por el mundo, lástima que no todos tengamos ese final happy ending maravilloso y genial de efervescencia locuaz, beso de tu chica/o, trabajo ideal conseguido y ¡un canguro saltarín en el jardín de tu casa el día de tu aniversario!, aunque, según la suerte repartida, seguro que me toca la típica familia destrozada, desavenida, auto-destructiva y mísera de las que ¡gustan a Almodóvar!