¡Jo, qué día (con la familia)!
por Paula Arantzazu RuizA los lectores de literatura infantil de estas latitudes les queda algo lejos el clásico anglosajón de Judith Viorst de 1972 en el que está basado esta cinta, y los que lo conozcan coincidirán en que no es un texto al uso. Su adaptación al cine tampoco: aunque no deje de ser un producto de remaches Disney, hay en su defensa de la mala suerte y del cabreo algo enternecedor, que da lustre al trabajo pese a las capas de reconfortante azúcar que lo barnizan. El material original de Alexander y el día terrible tiene el suficiente empaque como para sostenerse sólo y la revisión de Miguel Arteta lo transforma en una película familiar de giros rocambolescos, con un buen ritmo de slapstick y, a la postre, un largometraje de la compañía atípico.
El protagonista, Alexander, no sólo tiene complejo de hermano mediano sino también de gafe y ante el alud de buenas noticias de sus padres y hermanos no se le ocurre mejor idea que maldecirles para que al día siguiente sus estupendos planes les salgan mal. Y mientras los mayores tratan de mantener la calma de una manera poco verosímil (Jennifer Gardner casi sin inmutarse y Steve Carell haciendo lo que mejor sabe: el payaso), la verdadera función ante la cuesta abajo de esa horripilante jornada la protagonizan los hermanos mayores adolescentes, un chaval con aparentes pocas luces colado por la irritante chica más popular del instituto y una chica a la que le ha tocado hacer de Peter Pan en la función del colegio y que a pesar del desastroso porvenir que le espera no tiene miedo al ridículo ni al qué dirán. Esa es, por supuesto, la gran lección moral del filme. Y es que como cabe esperar, el día torpe y calamitoso de los Cooper tiene como objetivo reforzar lazos de esta encantadora familia numerosa, nueva variación de los valores soñados por Disney de acorde a los tiempos que corren.
A favor: El ritmo de la película.
En contra: A Jennifer Gardner le falta algo de chispa.