En 2006, una pequeña película irlandesa independiente, 'Once', protagonizada por dos actores desconocidos que en realidad se interpretaban a sí mismos, se convirtió en una de las más queridas de la temporada. La historia de un chico (Glen Hansard) y una chica (Markéta Irglová) que buscaban su lugar en el mundo de la música, ejerciendo primero de artistas callejeros hasta que conseguían grabar su primer disco, al mismo tiempo que iniciaban una historia de amor, estaba impregnada de un espíritu puro e incontaminado que hacía tiempo que no veíamos en el cine.
Han pasado unos años y la pareja ha alcanzado el reconocimiento público. Ganaron el Oscar a la mejor canción y los conciertos se han sucedido de forma interminable. Lo que empezó siendo una ficción, una historia de amor delante de las cámaras, se ha convertido en un romance real. Pero el desgaste de la relación comienza a hacer mella en los dos jóvenes, que se ven desbordados por sus nuevas circunstancias.
El trío formado por Nick August-Perna, Chris Dapkins y Carlo Mirabella-Davis debuta en la dirección con esta película en clave documental que se interna en la intimidad de la pareja durante una de sus giras, en sus dudas, inseguridades e incertidumbres que los asolan tanto personal como profesionalmente.
El final real de 'Once'
por Diana Albizu