Dejame entrar
por Xavi Sánchez PonsAlgunos directores, a pesar de no haber basado su carrera en el cine de terror, se han ganado un lugar en el corazoncito de los aficionados al género. Uno de ellos es Neil Jordan, cineasta de carrera irregular, pero llena de títulos interesantes, que se ganó el cielo entre los amantes de los licántropos y vampiros con dos obras mayores, En Compañía de Lobos (1984) y Entrevista con el vampiro (Crónicas vampíricas) (1994). Separadas por una década, estas dos películas servían para abrir y cerrar respectivamente su etapa de máximo esplendor creativo como director; una etapa que tuvo su particular canto del cisne en la excelente Michael Collins (1996). Tras poner imágenes a la vida del rebelde irlandés, Jordan entró en un periodo poco afortunado donde hubo lugar para remakes de artesano y obras insulsas, una época de la que ahora parece despertar con la notable Byzantium, una película de vampiros como las de antes.
En una de las secuencias del filme, sus dos protagonistas, Gemma Arterton y Saoirse Ronan, madre e hija vampiras, observan en la televisión un fragmento de Drácula, príncipe de las tinieblas (1966), uno de los títulos emblema de la Hammer, dirigida por el genial Terence Fisher, y en ese momento tradición y modernidad dialogan en la pantalla grande. Las vampiras de Fisher son simples criadas de su amo a la espera de ser aniquiladas por el Van Helsing de Peter Cushing sin apenas mostrar resistencia; mientras que las de Jordan son dos féminas depredadoras, supervivientes, capaces de valerse por sí mismas y rebeldes frente a una sociedad secreta de seres inmortales dirigida por hombres. El director de Juego de lágrimas (1992) cuenta esta historia con suma elegancia y eficacia narrativa, un clasicismo de diseño cercano a las superiores y estupendas Déjame entrar (2010) y Kiss of theDamned (2012).
Byzantium, que parte de una obra de teatro firmada por Moira Buffini, es un filme menor, sí, una apañada película de terror, pero ojo, también es de justicia reconocer su valor como una entrada adulta, con clase, sugerente y explícita cuando toca (los primeros quince minutos de Byzantium acaban en un clímax sangriento memorable), dentro del cine de vampiros reciente.
A favor: sus fogonazos gore.
En contra: los flashbacks que explican el origen vampírico de las protagonistas son muy de cartón-piedra.