¿Quo vadis Europa?
por Paula Arantzazu RuizDoce años después de que Xavier Rosseau (Romain Duris) visitará Barcelona y descubriera las ventajas de la movilidad geográfica, en los ingenuos albores de la globalización, y ocho de que decidiera asentarse en Londres junto a Wendy (Kelly Reilly), volvemos a ser espectadores y cómplices de la nueva crisis vital del personaje, ahora dispuesto a cruzar el charco para estar cerca de sus hijos tras divorciarse de su pelirroja ex mujer y ex compañera Erasmus. Ciertamente, el protagonista de la franquicia de Cédric Klapisch ya no contiene en Nueva vida en Nueva York todas esas multitudes que sentía poseer a los 25 años –al final de una Una casa de locos llegó a decir de sí mismo que es “como Europa”- como tampoco parece pertenecer al continente que le ha visto crecer. Y ha llegado el momento de volver a cambiar.
La transformación pasa por una nueva mudanza, por unos cuantos aviones por y descubrir que la tierra prometida de Estados Unidos no acoge con los brazos abiertos a quien no aterrice con un fajo de dólares bajo el brazo. Klapisch pone en escena el evidente choque cultural y el déficit “social” por el que es famoso el supuesto país de las oportunidades, pero finalmente también acaba cayendo rendido a las virtudes de su mito. Entre medias, Klapisch y Rosseau vuelven a reencontrarse con Isabelle (Cécile De France) y Martine (Audrey Tautou), mientras el protagonista va divagando sobre su vida junto a Schopenhauer y otros grandes filósofos que se le aparecen medio en sueños y a quienes les confía sus conflictos emocionales.
Con este material vodevilesco y romántico en juego, Nueva vida en Nueva York resulta en conjunto la más divertida de las tres entregas que narran las peripecias de Rosseau por el mundo, pero a la postre también la más inquietante. Y no porque Klapisch dé por concluidas las aventuras de su personaje más conocido, para tristeza de sus fans, sino porque su final augura el triunfo de una globalización entregada a la fiesta del capital. Dónde y cómo encaja Europa en esa celebración es todavía hoy un interrogante sin responder.
A favor: Las divagaciones existencialistas de Rosseau, más divertidas que nunca.
En contra: Su mensaje último sobre la generación Erasmus.