Imaginación peculiar
por Israel ParedesNo se puede negar que El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares posee una naturaleza de mash-up en la que muchos de sus elementos e ideas remiten a ideas previas, condición que posiblemente procede del original literario de Ransom Riggs. Pero algunas de ellas conectan de alguna manera con lo que podría denominarse el universo previo de Tim Burton, aquel que forjó a finales de los ochenta y a lo largo de la década de los noventa y que, aproximadamente, desde 2003, año de Big Fish, no ha hecho sino ir perdiendo a pesar de títulos tan aplaudidos como la mediocre Sweeney Todd: El barbero diabólico de la calle Fleet o la muy irregular Charlie y la fábrica de chocolate. Pero lo más interesante de El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares no se encuentra en esas posibles conexiones que remiten al Burton-autor, sino a que el director ha realizado la que quizá sea su mejor película en mucho tiempo, paradójicamente, gracias a esa conjunción de diversas ideas que si bien no deparan sorpresa alguna, permiten al cineasta el poder construir, en gran parte de la película, unas imágenes y un discurso a partir de ellas mucho más personal que en aquellas obras en las que pretendió dejar su sello.
El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, como decíamos, presenta en su argumento ideas que suenan conocidas, pero es virtud de Burton lograr el trascenderlas gracias a un relato que comienza en los suburbios de Florida y continúa en una isla de Gales en donde conviven dos realidades diferentes, pero paralelas, a pesar de que una de ellas se encuentre en un bucle temporal dentro de un día en 1943. Es ahí en el lugar en el que Burton se instala para preocuparse más en desarrollar una historia sobre esos dos mundos, bien diferenciados en su representación visual, pero a su vez, con la suficiente sensibilidad como para transmitir la posibilidad, dentro de la ficción, de que puedan coexistir. Entre ellos Jack también se mueve, buscando cuál es el lugar al que pertenece. Porque El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, al final, no solo habla de la rareza y lo peculiar frente a un mundo mediocre de psiquiatras y falta de imaginación, también busca ser una mirada (¿cómo el propio Burton hacia su condición de director?) sobre la aceptación de una identidad.
De ahí que todo el tramo alrededor del hogar que dirige Miss Peregrine (Eva Green) se encuentre entre lo mejor que ha realizado Burton en mucho tiempo, quizá porque se interesa más en los personajes que en tan solo enfatizar su condición de peculiares. Es entonces cuando secuencias como la inmersión en un buque en el fondo del mar o cuando se reinicia el día, muestran a un director todavía con creatividad visual. También en su capacidad para crear un tono y una atmósfera más melancólica que jovial durante todo ese tramo que, desafortunadamente, se rompe al final, cuando las imposiciones de producción –no olvidar qué clase de película es- se imponen y, entonces, aparecen secuencias que rozan el bochorno, sobre todo en comparación con todo lo anterior. Sería sencillo quedarse en ellas y olvidar el resto, y aunque en determinados momentos hace daño a la vista, no se puede negar que todo lo visto anteriormente posee la suficiente fuerza como para evitar que esas salidas de tono tiren por tierra una película quizá demasiado débil en su construcción pero que consigue alzarse por encima de todos sus condicionantes de producción. Burton ha logrado en El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares ser peculiar a ese respecto, pero a diferencia de los niños de su película, no ha logrado asentarse en su rareza. Por supuesto, cabe preguntarse hasta qué punto un cineasta como Burton tiene control sobre su película. En este caso, al menos, se presiente que el suficiente como para haber recuperado en gran medida el pulso que perdió tiempo atrás.
Lo mejor: Ella Purnell, todo lo que acontece alrededor del hogar de Miss Peregrine.
Lo peor: Las concesiones al espectáculo digital más esperpéntico.