Cuando hace un tiempo leí Divergente por primera vez -cosa que he vuelto a hacer a fin de tenerlo fresco para su adaptación cinematográfica-, recuerdo que me gustó y no me gustó. Me pasó como con otros títulos similares, esos en los que la protagonista, en primera persona, es de alguna manera, sin haberlo pedido, la destinada a cambiar un mundo distópico aparentemente perfecto -véase, por poner el ejemplo más famoso en estos días, la saga de Los Juegos del Hambre-: la propuesta es buena, la construcción argumental no está nada mal, pero le falta algo. Ritmo, profundidad, llámenlo como quieran. Me gustó, no lo niego, pero le falta mucho para ser una obra maestra.
Hablemos, pues, de la otra Divergente, su adaptación cinematográfica. Si bien capta con bastante acierto varios de los puntos argumentales básicos del libro que inspira su desarrollo, el principal problema en el que cae esta, como ha sucedido con muchas otras adaptaciones a lo largo de los últimos años, es un ritmo exageradamente acelerado en el que, en el afán de contarnos cuanto más mejor en el menos tiempo posible, acabamos por no enterarnos de nada y, para alguien que no se ha leído el libro, en ocasiones resultaría complicado comprender ciertos aspectos de la trama argumental.
Como adaptación, Divergente no está del todo mal. Construye sus personajes, recrea los núcleos argumentales más importantes del libro con bastante acierto, y musicalmente está muy bien acompañada... Y aquí es donde llega el "pero". Los fallos con los que cuenta son los mismos si la valoramos como adaptación que si lo hacemos como película que es: el ritmo. Es el mayor de sus fallos, y es que en ocasiones parecieran querernos hacer tragar demasiada información en cuestión de segundos mientras que, en otros momentos, la pantalla se carga de minutos en los que no sucede absolutamente nada. El ritmo resultante es frenético a ratos, pero también cargante en otros y, en definitiva, demasiado irregular para mi gusto.
En cuestión de reparto... Hay pros y contras. Kate Winslet se sorprende a sí misma con un personaje muy impactante, uno cuya presencia se hace notar y, desde luego, los protagonistas, Woodley James, están muy a la altura de las circunstancias. El problema, como ocurre en demasiadas ocasiones últimamente, son los demás: dejando esos tres a un lado, el resto de personajes están poco exprimidos, apenas se hacen notar, y algunos de ellos son difíciles de diferenciar entre sí a primera vista. Este problema surge a raíz del anterior, el de un ritmo que marca toda la película, y prácticamente todos los aspectos de la misma se ven afectados por él, para bien o para mal.
No estoy diciendo que la película sea mala. Yo veo películas malas a cada dos por tres, y la mayoría me gustan. Divergente no se hace grande ni se echa a perder; es entretenida -echaban de menos que soltara esa palabra, lo sé-. Su banda sonora no está mal, aunque no es memorable. Su reparto lo hace bien, sin rozar perfección. El argumento es interesante, sin llegar a quitar el hipo. Y, en general, el conjunto es aceptable.
Dejémoslo, pues, en que es una película para conformarse con ella. Podía haber sido peor, pero podía haber sido mucho mejor. Buger supo corregir, antes de caer en ellos, los errores de principiante que cometiera Ross con la primera entrega cinematográfica de Los Juegos del Hambre, y de los que ya hablaremos en profundidad, pero crea los suyos propios, y esa cadencia de ritmo se hace notar. En demasiadas ocasiones, como la que nos incluye, se cae en el error de construir una adaptación dejándose llevar por la idea de "cuanto más mejor". Y el resultado está muy claro: se concentra tanta información en dos horas de metraje que la cinta se vuelve obsoleta. Quienes valoran más la parte de adaptación echan demasiadas cosas en falta, y quienes no conozcan aquello que se adapta, no se enteran de la mitad.
Y ese es uno de los mayores problemas de ciertas adaptaciones: que dan por hecho que el espectador sabe ciertas cosas, sin tener en cuenta, en cierto modo, a quienes desconocen el material que está siendo adaptado. Y cerrar el círculo de esa manera es peligroso.
No me malinterpreten; es una buena película, se hace disfrutar y se hace entender; pero ha cometido demasiados errores en el proceso de libro a cinta como para dejárselos en el tintero.