Sencilla y fácil de querer, asequible y de gran afinidad, lejana pero hermosa -como titula la propia historia-; película de poco movimiento, de emociones y cambios definitivos que marcan una vida, de observar y descubrir dónde te lleva el personaje, apreciar sus decisiones, entender su día a día e introducirte, sin remedio, en su existencia. No realizada para todos los espectadores, el mayor mérito de este relato belga es crear un personaje poco atractivo y seductor que, inevitablemente, acabarás conformando como tuyo propio. No relata mucho, no presenta una gran actividad ejecutante pero, desde su simpleza ofrece una grandeza, serenidad y temple en todos sus aspectos que es de agradecer. La herencia de una abuela y el descubrimiento de otro mundo como telón de fondo para exponer, con delicadeza y sintonía, sentimientos familiares, de pareja, amistad..., exhibir una vida común, corriente y, por ello, de mucho más valor; apreciado minimalismo que pretende generosidad sin aturdir y atropellar, recrear tu calma y tranquilidad en la propia pantalla. Interpretaciones muy naturales, fotografía espléndida de gran lejanía pero gran hermosura -aunque me repita en dicha frase-. Disfruta sin expectativas ni metas, sólo el contemplar y percibir.