El manual de los doce pasos de un alcohólico se resumen en pararte, respirar, controlar la ansiedad y no dejarte llevar por esa maldita voz de tu cabeza que nunca se calla o...,épico tiro en la cabeza y ¡a hacer puñetas!
Liam Neeson sigue siendo un héroe, pero es un héroe cansado, harto y agotado de tanta necedad y estupidez, que ya no abusa de su cuerpo ni corre ni pega tantas hostias a mansalva, que prefiere el método clásico de investigación de patear las calles, hablar con los vecinos,ojear los periódicos, observar con detenimiento, un poco de intuición y mucha suerte pero, sigue siendo un atrevido y temerario héroe que cumple con su trabajo con sobriedad, eficacia y poderío, que atrae al público a la sala del cine y no les defrauda, que es portada del cartel publicitario de la película como garantía de pleno total, de satisfacción íntegra y goce seguro y, cuyo nombre sigue siendo sinónimo de he-acertado-en-la-elección-de-la-película, voy-a-salir-contento.
Situado en el marco de los 90, este investigador privado sin licencia-ex agente de policía se mueve con soltura, rapidez, comodidad y eficiencia en un ambiente hostil de fotografía oscura y violencia inquietante y mísera, cortante frialdad enloquecida que envuelve un paisaje áspero y cruel, de neblina asfixiante, no así la trama que complementa y acompaña tan angosto y repugnante cuadro pues ésta es débil, apenas fructífera o fértil, poco novedosa y desaprovechada en sus personajes secundarios que no encuentran la fortaleza y espíritu emprendedor del héroe que encabeza la cruzada, enemigos-amigos-vecinos que no están a la altura del dominio, autoridad y fuerza del líder, que rebajan la nota que por si sólo este actor irlandés con su carisma, vigor y veteranía desprende a su paso y con su portentosa y atractiva sola presencia.
Caminando entre las tumbas, un relato de intriga, suspense y acción interpretado con arte y maestría por su protagonista, basado en una novela de Lawrence Block de la cual Scott Frank toma la idea para su película y que no logra pasar la prueba del algodón pues si se cambia al excepcional y sugerente intérprete de todas sus escenas por un actor desconocido sin tanta seducción ni pasión a cada movimiento suyo, toda la red urdida cae a un vulgar puesto de mero aprobado pues no ofrece nada imprevisto no reconocido en otras historias, no aporta virajes de emoción o giros interesantes de consistente contenido y se limita a narrar un clásico de secuestradores por dinero que se ensañan con sus víctimas, familiares directos de traficantes para asegurar la no presencia de la policía y, contado tiene más garra y efecto que los personajes que le dan vida.
No exhibe la dureza de la violencia sólo las consecuencias de dicha brutalidad, no se recrea en el espectáculo visual sino que insiste con acierto en la investigación y sus encadenados pasos hacia la esperada resolución, encuadres firmes donde Neeson es un espectador más que sólo marca el camino para que sean los demás los que ejecuten la acción aunque, al final, tenga que tomar cartas en el asunto y resolver la cuestión de una vez por todas.
Entretiene, complace y gusta aunque el mayor mérito de ello lo posee el mencionado artista que es estandarte, escudo y protección de un posible escaso sabor si fuera otro el protagonista pero, como no es así, recréate con el, de nuevo, soberbio trabajo de este espléndido figurante, disfruta de su estilo y aroma, de su buen saber hacer pues el resto es una excusa para degustar el porte y la aparición de este excelente actor de cuerpo robusto y agresivo rostro marcado y, como excusa, hubiera valido cualquiera.
Ley de Murphy..., si algo puede salir mal saldrá mal..., a menos que cuentas con la asistencia y favor de Liam Neeson pues pasarás de la resignación modesta y lo común a la gratitud y recompensa de reconducir a diversión y deleite lo que iba por camino de argumento poco delicioso, apenas exquisito.
¡Divino tesoro, no nos abandones nunca que ya quedan pocos!