Comida jurásica
por Xavi Sánchez PonsDe entre todo el pelotón de películas de animación yanquis generadas por ordenador se pueden extraer dos clases: las imaginativas y originales a pesar de partir de postulados referenciales a la cultura pop, y las cintas sin alma con generosos prodigios técnicos incapaces de hipnotizar a niños y padres. La primera parte de 'Lluvia de albóndigas' correspondía al primer grupo; y menos mal que su continuación mantiene el tipo y aprueba con nota como una de las entradas más bizarre y freaks de la temporada dentro del dibujo animado.
Los creadores de esta, de momento, corta saga, rizan el rizo en la nueva entrega y convierten lo que era una carta de amor a los experimentos científicos locos, esto es, una máquina prodigiosa que convierte el agua en comida, en una versión sui generis, a ratos casi paródica, del 'Parque Jurásico' de Steven Spielberg en la que los alimentos de proporciones gigantescas sustituyen a los dinosaurios. El filme de Cody Cameron y Kris Pearn apuesta por el sentido de la maravilla y por el cine de aventuras fantásticas de serie B con ese espíritu festivo y ochentero que tenía el Joe Dante de 'Exploradores'.
La película a ratos parece una versión animada, en colores y con comida de aquella locura de serie B protagonizada por animales gigantes, la reivindicable 'El alimento de los dioses', y rezuma guiños a la sci-fi y a las monstermovies de los años cincuenta. La excelente banda sonora de Mark Mothersbaugh, alma mater de la banda Devo, y la herencia del humor televisivo del 'Saturday Night Live' reflejada en el reparto de voces, encabezado por unos Bill Hader y Will Forte en llamas, enriquecen el conjunto y le da alma a una cinta de animación llena de vida.
Lo mejor: su ritmo trepidante.
Lo peor: es tal su despliegue de medios que puede llegar a aturdir a los más pequeños.