Mi cuenta
    ¿Qué nos queda?
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    ¿Qué nos queda?

    Retrato familiar con enfermedad de fondo

    por Israel Paredes

    A lo largo de doce años Hans-Christian Schmid ha creado una filmografía muy interesante pero con cuyas películas tan solo ha tenido repercusión a nivel internacional con Réquiem (El exorcismo de Micaela), en 2006, a pesar del interés de otras obras suyas como Distant Lights o Storm. Con su última producción, ¿Qué nos queda?, Schmid tiene otra oportunidad de mostrar sus posibilidades como director.

    En ¿Qué nos queda? el cineasta toma como punto de partida una idea que, sin ser original a estas alturas, siempre se abre a muchas posibilidades. Una reunión o reencuentro familiar durante un fin de semana, teniendo como centro de la historia a Marko (Lars Eidinger), uno de los hijos de un matrimonio que ha llamado a sus hijos para comunicarles una decisión de gran relevancia con respecto a la enfermedad de la madre. A partir de ahí, Schmid sabe sacarle partido a la premisa principal no tanto, o no solo, para hablar de la enfermedad, y de cómo afecta tanto a quien la padece directamente como a quienes rodean a dicha persona, como a introducirse en los personajes a través de un buen trabajo introspectivo de análisis de sus comportamientos. Son las relaciones entre los miembros de la familia, tanto en el presente narrativo como en el pasado, que vamos conociendo de manera paulatina, las que interesan al cineasta a pesar de que el retrato de la enfermedad resulta del todo verosímil, rehuyendo el melodrama desaforado y optando por una mirada distante muy acorde con la cinematografía a la que pertenece el director y a su estilo personal.

    Pero este interés de Schmid no reside tan solo en acercarse a unos personajes y a sus circunstancias, ahondando en aquello que ha constituido sus relaciones, sino que, bajo esa historia, el cineasta parece querer elaborar una mirada más amplia sobre la familia en tanto a constructo social en la actualidad, mostrando sus quiebras, sus problemas, también lo impositivo (aunque insoslayable) de su estructura. De esta manera, las heridas genéticas que pueden poner en peligro de algún miembro de la familia, los miedos, los deseos frustrados, el pasado, los secretos, aquello que nunca se dijo y que durante años ha ido germinando en un mal interior, todo, no solo sirve para la construcción de una historia llena de subtramas, sino que también consigue dar forma a una idea mucho más general. Podría decirse que la primera intención, la más personal, cercana, tiene más fuerza que la idea de contextualizar con amplitud la propuesta. Quizá se deba a que la puesta en escena de Schmid y su apuesta por un ritmo lento y observacional, que tiene su contrapunto en la banda sonora del grupo The Notwist, opera muy bien en lo íntimo pero acaba ahogando toda intención de generalizar. Pero es más que suficiente como para dar vida a una película notable en la que al final queda la sensación de haber asistido a los intentos de unos seres por sobrevivir ante una situación que les desborda cuando todo aquello que pensaban que estaba enterrado regresa ante ellos para cuestionarles y obligarles a tomar decisiones vitales para su futuro. Y Schmid consigue narrarlo con pocos elementos, trabajando el lugar común de manera magnífica y soslayando aquello que podría haber convertido su película en una vulgar obra sobre la familia.

    Lo mejor: Los actores, la música y el trabajo visual de Schmid.

    Lo peor: Que las intenciones son demasiado ambiciosas para el resultado final.

    ¿Quieres leer más críticas?
    Back to Top