No quiero ser Pinocho, un muñeco de madera manejado por cuerdas; soy único, quiero ser yo, existir y que me vean. Un comienzo muy interesante, pasmada y perpleja actitud de quien se oculta tras el impuesto y apagado silencio, anonimato, aislamiento provocado por la ignorancia, la no-participación de una sociedad que le anula, asfixia y desgarra toda su esencia. Rutina seca, repetitiva, austera de un ser que no sabe hacerse escuchar, insoportable anonadamiento, patetismo activo que circula por toda su persona devorando sus entrañas, aniquilando una delicada y fina sensibilidad que intenta resistir los avatares del día a día; tensa y agobiada subsistencia que adquiere emoción e incertidumbre con la aparición de un doble personaje que hace las mieles de nuestro insulso y mustio sonámbulo andante y que favorece la aparición de un tibio desconcierto y una ligera curiosidad pronto situada en el contexto adecuado. Tirantez estática para una interpretación sobria, contundente y muy capacitada de Jesse Eisenberg cuya confusión que alimenta el argumento, mareada locura que aviva el guión consigue una leve pasión, temporal caos atractivo que se diluye conforme avanza este inteligente formato óptico, atmósfera tétrica y misteriosa que no demuestra todo su potencial, deslumbrante locura primeriza que crea una cautiva confusión no bien asentada, títere cuya hilaridad y expectación no sacia completamente el interés del espectador. Seductora propuesta que atrae más que el trabajo obtenido, prominente promesa de un proyecto eficaz y persuasivo que vive de un impacto visual que no se certifica con un estruendo cognitivo; todo el encanto y entusiasmo que involucras en su comienzo, inocencia devota que espera ser satisfecha, se evapora con inconsciencia no adquirida hacia la misma polaridad que vive el personaje, por un lado grato y cumplidor, sereno y activo, por otro opaco y sombrío, poco mordaz para su instinto agresor. Se busca más sublevación apasionada, se necesita mayor implicación excitante, se demanda un fervor más vívido, escalofriante aliento que mantenga en vilo el alma; logro dispar que no logra concentrarse en un Uno absoluto, solapada melancolía cuya arrastrada tristeza, desapego acompañante, es de rasura nivelada, vaso medio lleno-medio vacío según los expectantes ojos del que mira.