[...] Riley Anderson es una niña de once años que vive muy feliz en Minnesota con sus padres, disfrutando del hockey, sus amigos y la familia. Pero un nuevo trabajo del padre obliga a toda la familia a trasladarse a San Francisco, un cambio que la familia acepta con optimismo. Al llegar a la ciudad las cosas no son como Riley esperaba, su padre está muy preocupado por las nuevas obligaciones, el camión de la mudanza tardará varios días en llevarles sus cosas y Riley no termina de encajar en su nuevo colegio.
Lo interesante y novedoso de esta historia es que casi todo lo que os acabo de contar lo conoceremos a través de las emociones de Riley: Alegría, Tristeza, Miedo, Asco e Ira. Unas emociones que viven en su mente consciente, forman parte de su personalidad y hacen que Riley sea Riley. Es una niña alegre y risueña porque suele ser Alegría quien prevalece sobre las demás, aunque todas son importantes para su aprendizaje y desarrollo. Veremos cómo son estas emociones las influyen en el comportamiento de Riley y en sus acciones, lo que genera nuevos recuerdos que cuando Riley duerme son enviados a la memoria a largo plazo, mientras que los recuerdos esenciales reflejan un aspecto distinto de su personalidad.
El problema surge cuando un accidente lleva fuera del control central a Alegría, Tristeza y las esferas que representan los recuerdos esenciales, se encuentran perdidas en la zona laberíntica de almacenamiento a largo plazo y sin tener muy claro como regresar, para lo que tendrán que recorrer el cerebro de Riley, desde el subconsciente a la zona de pensamiento abstracto o de recuerdos olvidados. Al no estar Alegría el comportamiento de Riley cambia, ahora es Ira quien decide que hacer y ya sabemos que las decisiones que tomamos cuando estamos enfadados no suelen ser buenas.
El viaje por la mente de Riley resulta ser una auténtica maravilla, muy emocionante y visualmente asombroso mostrando una visión de lo que nos hace ser quien somos, además de todas las referencias filosóficas que os podáis imaginar. Es interesante ver como recalcan que es importante para un niño experimentar por sí mismo todo tipo de emociones, incluidas las desagradables, ya que esto formará su personalidad, lo que puede chocar con algunas tendencias actuales que pretender evitar a los niños todo tipo de sufrimiento. Algo así como que no podremos disfrutar de la verdadera alegría si antes no experimentamos la tristeza. No sé si los niños más pequeños serán capaces de disfrutarla y entenderla en toda la plenitud de sus matices, pero los adultos os aseguro que sí, así que ir a verla, solos o acompañados.
En cuanto a las emociones, se han esmerado mucho en los detalles, no tienen el típico contorno negro delimitando su figura, la textura es más etérea, como burbujeante, y en el caso de Alegría resplandeciente. Todos ellos tienen el pelo y los ojos del mismo color, bueno, todos menos Ira que no tiene pelo, Alegría y Tristeza comparte el color azul para incidir en la moraleja final de la historia, que son las dos caras de la misma moneda. Evidentemente son estereotipos andantes, en el sentido más literal, es curioso ver como la emoción que predomina en el padre es la ira y en la madre la tristeza. Sin embargo, que hayan representado a Alegría alta y delgada y a Tristeza bajita, regordeta y con gafas es un cliché algo despiadado.