Una Gran Muralla Obstruida Por La Espectacularidad Digital
Es paradójico dar una ojeada a los rotativos cosmopolitas en estos días y contemplar que mientras el planeta se está acondicionando para una veraz confrontación entre China y EE.UU. por mor de sus intereses en las disputadas aguas del mar de la China Meridional, las relaciones económicas entre este tándem móvil de la materia cinematográfica están cociéndose dentro del lumbre taquillero del venablo constituido por Legendary East, China Film Group y otras compañías productoras tanto orientales como occidentales. Entonces, deslindando el panorama desde un óptica absoluta, ¿Están los americanos y los chinos canjeando paz por parné?, y maguer son asuntos desemejantes, ¿Son los pesos y no el entendimiento los que suscitan que dos de las naciones más potentes en el mundo se aúnen en función a perpetuar el devoramiento de este capitalista universo?
Sumámonos en el dominio que nos atañe. Ha incoado oficialmente la pugna por la preponderancia en los teatros de cine entorno a las negociaciones entre los estados del Oriente y el Occidente, columbrando que las producciones de un lado eran un triunfo en el otro y del mismo modo de forma contraria. Esto se veía venir; preludiando con la adquisición de Lions Gate Entertainment, siguiendo por el éxito americano de filmes como “The Mermaid” o las comedias presuntuosas de Jackie Chan y Jet Li o la recuperación parcial de inversión de largometrajes anglosajones como “Warcraft” o “xXx: Return of Xander Cage” que en su patria siquiera consiguieron levantar vuelo y concluyendo con el ineluctable arranque de las co-producciones, tendencia que con respecto al cine, viendo lo visto, no presagia nada cándido en lo absoluto.
“The Great Wall” es la llave, llave que costó 150 millones de dólares y que abre la puerta del laurel, al menos crematístico. La igualdad y la inclusión han tocado inclusive el libreto de esta mega-producción, puesto que son seis los guionistas y escritores que tallan su toque a la somera pero vistosa leyenda. Es patente como cada escritor infiltra módicos detalles de sus trabajos precedentes ya sea en la sección expositiva, creativa, artística o visual. El relato nos traslada a los áridos desiertos europeos, en donde dos mercenarios trotamundos, William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal), son prendidos por La Orden Sin Nombre después de asesinar a un sibilino glauco cuadrúpedo. Pues esta espantable criatura, que simboliza la avaricia, resulta ser uno de los miles de “Taoties” que azotan al hueste chino cada sesenta años como motivo de vindicta por su originaria codicia. A pesar de que inicialmente fraguaban hurtar la codiciada pólvora negra, la cual abundaba en el prodigioso imperio, los dos merodeadores determinan quedarse a luchar junto al vivaz ejército en contra de las mitológicas bestias.
¿Acaso no suena absorbente? Falanges que llevan atuendos policromados—al estilo ‘Power Rangers’, — divididos concorde sus competencias bélicas. Derrotan a sus enemigos valiéndose de poleas, catapultas, flechas en ralentización, globos aerostáticos, armas filosas, bravura y mucho, mucho CGI. El director Yimou Zhang, sobresaliente creador de obras como “Hero” o “Raise The Red Lantern” y organizador tanto de la ceremonia de inauguración para los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 como de veladas de apertura en gloriosos festivales cinematográficos, determina, de forma atroz, otorgar mayor protagonismo a las extenuantes y primorosas imágenes a medida que descuida y supedita la historia, la cual, crecientemente, se convierte en una ‘buddy comedy’. Sí, son bárbaras y no es nada sencillo concebir y ejecutar-correctamente-coreografías con tales cotas de avenencia y estilo teniendo en su poder tal macro-presupuesto, no obstante, con ese riesgo en mente, fichan a un realizador que se destaca por sus apartados llenos de galanura y diversidad, deplorablemente, no esperaban que en su primera y más grande oportunidad para continuar en proyectos altamente costosos, relegara un aspecto vital: el desarrollo narrativo.
Desde la secuencia inicial se pone en manifiesto la carencia química entre el dúo protagonista, hace falta agudeza en los push-lines y el leitmotiv deambula debido a la flacura del tándem actoral. La incorporación de William DeFoe como Ballard es vacua e injustificada, un mero implemento para atraer más espectadores a los cines. En un grado mucho mayor, aplicaron una estrategia parecida a Damon, quien es un atrayente comercial inmediato por sus roles carismáticos, rudimentarios y heroicos; un cutis cuadriforme salvando a centenares de una horda de demonios, ¿Inteligentes, no? En el otro lado de la moneda, los interpretes del este, resaltando la inclusión de una fantástica dama guerrera (Tian Jing), se sienten en su ambiente, dentro de unos visuales interesantes que desbordan sensibilidad artística y tradicionalista oriental.
“The Great Wall” es otro blockbuster horizontal, gráfico y de entretenimiento directo, sin embargo, sirve como pistolazo de salida para los pactos fílmicos entre el país anglosajón y el gigante chino, mientras brinda una mirada inusitada a la Gran Muralla y la introducción femenina en un largometraje de semejante magnitud monetaria. El filme es inversamente proporcional a sus pretensiones y es confortante presenciar que no se enfoca en su envalentonado personaje principal, sino que focaliza sus esfuerzos en el ejército de batalla, sus relaciones, líos y ambiciones. Personajes planos, personajes poderosos, tomas cenitales reiterativas, puestas en escena apabullantes; el largo es una lotería de pros y contras que inicia con el pie erróneo las negociaciones, empero, esta aventura épica carente de timing e intriga resulta agradable, es el tipo de película que un chiquillo de 13 años moriría por ver.