"Creo que eres la clase de tipo a quien le gusta perder"
¿Soy un jugador compulsivo, un profesor deprimido, un suicida en potencia, un filósofo en decadencia, un escritor sin inspiración, un falso cantamañanas, un fraude bufón que crea espectáculo, un bailarín acróbata sin escenario..., me importa algo, tiene la vida sentido?, soy el que ha sido vencido por la desgana y deja en manos de la azarosa y caprichosa fortuna, la elección de mi destino.
Mark Walhberg jugando a ser un hamlet moderno sobre ser o no ser, sobre abandonar si no se puede aspirar a todo o continuar en el bucle agónico de una existencia agotada que mata el espíritu, con mucha verborrea cínica gratis vendida como sinceridad aplastante y un look informal y casual como a quien no le importa pero, muy bien preparado y elaborado que ¡ni George Clooney con su Emidio Tucci tumbado en el sofá de su casa!, próxima portada de Vanity Fair.
Hace tiempo que dicho actor intenta desmarcarse de su imagen de puños, bofetadas y golpes e intenta demostrar que sabe actuar, que es más que un cuerpo musculado de presencia ruda y, aunque pone mucha voluntad, su cara de póker repetitiva no varía en exceso de filme a filme amén que son evidentes sus carencias y limitaciones interpretativas pero, con todo, válido intento que el mismo financia -así no se discute que yo soy el protagonista- sobre el remake del 74 donde un James Caan le pega mil vueltas y se lo cepilla para merendar en relación a la fuerza de voluntad de motivación añorada por la eclipsada desaparición de su carisma para caminar y hacer vida.
Este pretendido retórico de porte "Miami Vice" y actuación desentendida que busca perderlo todo, llegar al límite de la cumbre para vaciarse y volver a empezar de cero, señorito bien de buena posición, economía solvente, facilidad en la vida y talento desperdiciado que no soporta su propia compañía y lleva el relativismo a su extremo de valor absoluto que anula su sentido atrapa por momentos/suelta rienda por otros creando una seguida extraña por su inicio de complacencia nunca completamente rematada que deja un aire pretencioso de altivez sobre el significado de la existencia y la pérdida de rumbo y perspectiva cuando todo vale lo mismo/nada alcanza tus ganas.
Discusión auto-inflingida sobre el reparto injusto de valores, habilidades, talento, opciones en la vida que pretende recharzar y destruir cuando ésta le convinó a dar, lucha desesperada y frenética consigo mismo y el mundo de vorágine y altruismo petulante flanqueada por una, aún brillante, Jessica Lange y por matones de todos los colores que observan con atónita curiosidad el descenso destructivo y sin sentido de quien, no entienden cual es su problema si lo tiene todo para ser feliz, siendo esa la gran cuestión pues puede que no lo quiera todo y prefiera un vacío de carencias y nulidades para empezar a moldear desde su base.
Liberación no muy bien entendida ni plasmada con gran eficiencia, con algunas secuencias logradas de interés conseguido y otras para proceder a su desinstalación y renovación, música apetecible y escenas ralentizadas en el espacio y tiempo para reforzar la tragedia subversiva de quien ya no se alimenta de subversión alguna y sólo es un cuerpo sin espíritu ni alma deambulando hacia su propio fin/principio de todo.
"¿Es el juego o el dinero, la fama o la virtud?, es el rechazo de su figura, alquimista en busca de un nuevo equipaje para descubrir que no puedes librate de ti mismo, antología filosofal de vida exterminada/supervivencia elegida que no caldea lo suciente para satisfacer plenamente pero tampoco decepciona, un galimatías escénico y verbal que no tiene la comprensión o fuerza necesaria para endulzar el estómago y evitar perderse entre su desconcierto emocional y teatralización radical potenciada en exceso aunque, tampoco hace feo, indiferencia ocasional mezclada con mayor seducción sugestiva para un tono neutro lejos del notable de su original, de la cual nace.
Guión, en ocasiones, pomposo y fanfarrón, que adolece de modestia más auténtica y peca de complicación innecesaria en su verborrea dialogante, exceso apalabrado de ocurrencia no siempre lograda ni contenido firme de evidencia plena que contamina los tramos provechosos del camino, ¡Keanu Reeves le ponía más ganas y sabor como jugador ruinoso y destructivo!
"El genio es magia, no material; sin magia, por mucho que lo desees, no se hará realidad", locura absurda de una carrera sin aliento, martirio agónico hacia la negación buscada para hallar que la ansiada meta de descanso, alivio y respiración te lleva a un punto de inicio de esa esperanza y previsión de futuro que renace de su frustrada quema incontrolada donde algo vuelve a importar y a ser motor mecánico de arranque y conducción.
La realización y composición es aceptable aunque mejorable.