La trama se desarrolla en dos líneas de tiempo distintas, por un lado los años 80 y por otro, distintos flashbacks que nos trasladan a 1942, durante la captura de Singapur por parte de los japoneses en la IIGM, que se convertiría en la mayor rendición de militares británicos de la historia. Entre esos militares estaba Eric Lomax y su amigo Finlay que son enviados como prisioneros de guerra a un campamento tailandés donde son obligados a trabajar en la construcción del ferrocarril que uniría Tailandia con Birmania, al norte de la península de Malaca. Una historia real, contada por el propio Lomax en el libro autobiográfico The railway man, donde nos cuenta las terribles experiencias vividas en el campo de prisioneros y las torturas a las que fue sometido cuando descubrieron que había construido una radio.
Una historia que resulta increíble si no es por las fotos y los títulos finales que nos muestran a los verdaderos protagonistas, reconciliados y amigos hasta el día que murieron. Una gran lección de vida la que nos enseña Lomax, cuando su impulso (y el de cualquiera) es el deseo de venganza, consigue el perdón y el olvido a través de la reconciliación. Aunque la escena donde se produce esa reconciliación y ese perdón no tiene la fuerza que debería, quizá porque nunca pensamos que el bueno de Colin Firth pueda matar a nadie a sangre fría, por mucho daño que le haya hecho en el pasado. Además, muchas veces sentimos que se trata de dos películas distintas, un drama romántico con Firth y Kidman, por un lado y una película bélica por otro.
Lo mejor de la película es la excelente presencia interpretativa de Colin Firth, un maduro caballero inglés, tranquilo y amable que, a primera vista, nada nos hace intuir que tenga algo que ver con la guerra. Pero los traumas del pasado aparecen en el momento más inesperado, haciendo complicada su vida de recién casado. El personaje de Nicole Kidman será el que le sirva de catalizador para enfrentarse a sus demonios del pasado, resultan una pareja sutilmente cautivadora. También me ha gustado mucho el trabajo de Jeremy Irvine que interpreta al joven Eric, es quien se lleva la peor parte con escenas de gran brutalidad que muestran los horrores de la guerra.