Otra manera de hacer historia
por Carlos LosillaPablo Llorca quizá sea el más independiente de los cineastas españoles. Ajeno a modas ytendencias, desde hace más de veinte años viene desarrollando una carrera que lo ha llevadodesde el radicalismo estético de 'Venecias' (1990), su primer largo, a la última etapa de sufilmografía, que hace del arte povera su bandera estilística y moral. Tras aquella minimalistapelícula de espías que fue 'La cicatriz' (2005) y la peculiar comedia fantástica 'Uno de losdos no puede estar equivocado' (2007), ahora agarra por los cuernos el toro de la historiaespañola y propone el más sorprendente, sin duda, de los films realizados en este país sobreel franquismo y sus consecuencias. Recorrido por la andadura del Partido Comunista desdela clandestinidad de la posguerra hasta los cambios sufridos en la transición, con un sabrosoepílogo ambientado en la actualidad, 'El mundo que fue y el que es' se ofrece a la vez comouna lección de historia, una suculenta propuesta estilística y una reflexión sobre lo que suponeeste tipo de cine y cuál debe ser el tipo de representación más adecuado para su continuidad.
En efecto, el trabajo de Llorca se opone frontalmente al modelo, agotado casi desde susinicios, de película-española-sobre-la-guerra-o-la-posguerra-civil. Sustituye el acartonamientopor una espontaneidad conmovedora, hija de un presupuesto exiguo pero también deuna voluntad ascética que hace de la necesidad virtud. No renuncia a nada -escenas depersecución entre los grupúsculos armados de la posguerra y la policía del dictador, recreaciónde la vida en las cárceles fascistas, enfrentamientos entre las distintas tendencias del partido,incluso la recreación de un congreso tras la muerte de Franco-, pero tampoco pretendeningún tipo de qualité. Y hace de la imperfección bandera, no le importa que se le veanlas costuras, ni que a veces la voluntad didáctica se entremezcle con un poderoso alientomelodramático tratado con exquisita distancia.
Casi brechtiana en su concepción y ejecución, 'El mundo que fue y el que es' se inclina tambiénhacia otra de las estrategias predilectas de Llorca. Poco a poco, de entre la bruma colectiva,surgen personajes poderosos, de una compleja densidad moral, que se enfrentan entre sí a lavez como arquetipos y como individuos. No resulta ajena a ello la excelencia de los actores,pero no sería de recibo ignorar la habilidad del cineasta a la hora de dibujar caracteres comoel del intelectual que pasa su vida en prisión luchando por un ideal inalcanzable, el militantede a pie al que los tiempos acaban superando o incluso el traidor shakespeariano al que davida el gran Alberto Jiménez, colaborador habitual de Llorca. Y así, entre el libro de estampashistóricas apenas esbozadas y el relato-río, entre la reflexión ideológica y el gran frescohumano, ‘El mundo que fue y el que es' avanza implacable, en su humildad, hasta convertirseen una película imprescindible para repensar y reactivar ese cine sobre nuestra memoria queparecía por completo agotado.
Lo mejor: La falta de complejos de Llorca a la hora de seguir su camino caiga quien caiga.
Lo peor: que pueda tomarse como otra película sobre la posguerra y, encima, mal hecha;háganme caso: se trata de otra cosa.