Hoy en día, las palabras cyberpunk, clon, ingeniería genética, replicante o globalización nos suenan actuales e incluso alguna de ellas hasta pasada de moda. Somos hijos de la tecnología, vivimos rodeados de artilugios que nos facilitan la vida. Redes sociales que nos comunican de forma global con cualquier parte del mundo, estamos conectados a todos desde nuestro aislamiento personal, la gran paradoja. Palabras como twitter, wikileaks, community manager, wifi, Ipod, tablet, SmartTV...ya pertenecen a nuestro ADN, nos hacen partícipes de que el futuro no lo imaginamos, ya está aquí. Somos afortunados en parte al creer que toda esta tecnología nos protege, nos resguarda y vela por nosotros.
Cuando realmente no somos más que una parte del complejo engranaje en el que estamos sometidos. Una tecnología que nos protege para que otros nos vigilen; nos resguarda para que otros nos dominen; nos cuidan para ser realmente manipulados. En 1982, una película avanzó todo esto. Nos mostró un futuro que no dista mucho de nuestro presente. Nos advirtió. Pero sobre todo nos maravilló. Bienvenidos a 'Blade Runner'.
Estamos ante una de las películas mas influyentes de todos los tiempos. Sin duda alguna, hay un antes y un después del estreno de 'Blade runner'. El cine en general, el de ciencia ficción en particular, deben un respeto sin medias tintas hacia el título que abrió las puertas a un futuro tan real que a día de hoy aún no se ha vuelto a filmar nada que se parezca. En veracidad, crudeza, simbolismos, en cualquier aspecto que la película tocó, nadie antes había plasmado una visión del futuro del modo en que lo hizo Ridley Scott. Tras ella, se han rodado otras visiones del futuro, pero siempre han tenido como referente el universo creado aquí.
Un guión que combina una densa trama, personajes ambiguos, oscuros. Un futuro que mezcla lo peor de la humanidad con los avances más impresionantes (como los días de hoy). Una historia sencilla a priori. Marcada a fuego como una película de cine negro, tiene todos los tópicos del cine de los años 40. Un antihéroe descreído, una mujer fatal con secretos ocultos, un villano que juega a ser dios, unos sicarios con pretensiones más allá de su comprensión, una atmósfera pesada, recurrente como una pesadilla. Lluvia, mucha lluvia. Toda la película muestra una eterna noche que no acaba, con un testigo omnipresente, la lluvia. Quizás lluvia ácida debido a los excesos cometidos por el hombre. Nunca limpia las calles, calles con miles de recovecos, saturadas de masas de población que reflejan una globalización que supera los límites que cualquier ciudad puede soportar. La ciudad de Los Ángeles se dibuja como una mastodóntica urbe que engulle al espectador. La imagen del ojo que se maravilla ante la ciudad es el mayor símbolo de lo que vamos a presenciar. Un intento del hombre por absorber las maravillas que ha creado.
Rick Deckard (Harrison Ford) vaga por calles que recuerdan los suburbios más tenebrosos de un mal sueño. Sale a la caza de aquellos que pretenden igualarse al hombre. Máquinas que nos facilitan la vida se han rebelado. Él es la llave para detenerlos. Quizás es algo más que un método para atrapar a esas máquinas. Su desengaño es latente todo el film. Nos empuja en su persecución implacable, sin respiro, sin marcha atrás. Hombre y máquina enfrentados por descubrir la verdad. Una verdad impuesta. Sueños que se mezclan con la realidad. Recuerdos implantados, deseos. Hay tanta información, tantos matices en 'Blade runner' que cualquier conclusión que se saque es válida.
Scott tiene en este film su canto del cisne. Es su cénit como director. Nunca más volvió a rodar algo tan personal, tan perfecto. Un disfrute para los sentidos. Una obra que encoge cualquier comparación. La mezcla genial de imágenes, música, montaje e imaginación puestas para el deleite del espectador. Unos actores en estado de gracia. Rutger Hauer (Batty) está enorme, cada aparición suya se come la pantalla. Un tigre con ansias de libertad que hace volar a la película a un nivel superior. Una frágil Daryl Hanna (Pris) que empatiza desde un primer momento. Unos secundarios de lujo que esparcen su buen hacer a lo largo del metraje (Edward James Olmos como el inspector Gaff es asombroso).
Vangelis creó una banda sonora tan genuina que arrastra al público en su persecución junto a Deckard. Unos sonidos que van más allá de la primera lectura que podemos hacer del film. Temas íntimos que remarcan aún más la penumbra de la atmósfera. Lo envuelve en una neblina que hace dudar al personaje. Fusiona el pesar con la incertidumbre. Realidad o recuerdo impuesto. Los efectos especiales son puestos a beneficio de la historia, no recurren a ellos para contar una trama, sino que forman parte del conjunto sin que pesen, pero siempre fascinando por su veracidad.
La visión del futuro vista por máquinas. Uno puede elegir la interpretación que más se adapte a su modo de pensar. Es lo imperfecto de esta película, a la vez que su mejor virtud. Tal vez lo vemos no es sino aquello que deseamos que suceda. Intentamos escapar de la noche, al igual que Deckard, deseamos acabar la misión. Detener el peligro que suponen esas máquinas que pretenden ser hombres. ¿Cómo detener a una maquina tan perfecta? ¿Con otra máquina quizás?
Harrison Ford nunca acabó satisfecho con el resultado final del film. Eso dicen. Pero debe más a esta película que a ninguna otra. Su personaje de Rick Deckard está por encima de la popularidad de su Han Solo, su canalla Indiana Jones o su perfecto galán que siempre encaja bien los golpes.
Tal vez por eso mismo, Ridley Scott hizo varias versiones de 'Blade runner'. Para contentar a unos y a otros. Distintos modos de ver la película. En unas, la voz en off de Deckard acompaña las imágenes de un modo que recuerda a ese cine negro tan puro. En otras, veremos los sueños que el propio Deckard tiene. Unos sueños que explican de una manera perfecta el ambiguo final que vemos en la versión original. Una figura de papel que representa a un unicornio.
Quizás el final, con la explosión que nuestros ojos sienten al ver por primera vez la luz del día en el film, sea una forma de apaciguar al público con un mensaje en apariencia feliz. Demasiado amable tras haber presenciado unos hechos que han encogido el alma. Cuando Batty (jefe de los replicantes perseguidos) expone en unas frases su sentir, su modo de creerse hombre, su dualidad como máquina y ser pensante, es ese momento cuando conocemos de verdad el mensaje real de 'Blade runner'. Para aquellos que aún no hayan visto este prodigio de cine sólo una recomendación: disfrutad.