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    Blade Runner
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Blade Runner

    El futuro que hoy es presente

    por Quim Casas

    Metrópolis de Fritz Lang, estrenada en enero de 1927, marcó durante más de medio siglo la línea a seguir en cuanto al diseño cinematográfico de ciudades de un inminente o tardío futuro. Su reinado concluyó, o disminuyó su influencia, cuando en junio de 1982 se estrenó en Estados Unidos Blade Runner, un film noir de de ciencia ficción (mescolanza modélica de géneros) que tomaba algunas ideas prestadas de la película languiana pero proponía las suyas en cuanto a la visualización de un mundo futuro perfectamente reconocible aún. Han pasado algo más de tres décadas desde entonces, pero hasta el momento no ha surgido otra producción cinematográfica que supere a Blade Runner y Metrópolis, con lo que los dos films siguen repartiéndose la influyente hegemonía en la estética de mundos imposibles pero fundamentados en la realidad.

    Blade Runner es una película que ha suscitado ríos de tinta en todas las facetas posibles; es muy recomendable el librito publicado por Tusquets en 1988, en su colección Cuadernos Ínfimos, con textos de Rafael Argullol, Guillermo Cabrera Infante, José Luis Guarner, Juli Capella, Jorge Wagensberg, Antonio Miró y Fernando Savater, entre otros, es decir, la mirada de filósofos, novelistas, críticos de cine, diseñadores, científicos y modistos. También es una película que su director ha retocado y remontado tantas veces que un pierde la cuenta de los director’s cut que se han estrenado en sala o editado en DVD. Y es, igualmente, un ejemplo perfecto de cómo a veces un film sin un director excesivamente personal o autoral al mando de las operaciones puede convertirse en una obra maestra dada la feliz conjunción de todos los elementos que participan en su realización, caso que ya se había producido en títulos tan diversos como El increíble hombre menguante, Simbad y la princesa, Scaramouche o A pleno sol.

    Scott es un buen director (a veces) que siempre da lo mejor de sí mismo (Alien, el octavo pasajero, Blade Runner, American Gangster) cuando trabaja con una materia prima más que interesante y cuenta con el concurso de los mejores en sus puestos. Así que Blade Runner es lo que es, una magnífica película de ciencia ficción a la vez que un excelente relato noir con replicantes en vez de delincuentes y corporaciones genéticas substituyendo organizaciones mafiosas, por el tacto de Scott en lograr la mezcla perfecta de géneros; por el relato original de Philip K. Dick, el buen guión en el que trabajaron en periodos sucesivos David Webb Peoples (alguien que escribe Sin perdón, Blade Runner y Doce monos merece nuestro reconocimiento) y Hampton Fancher, la fotografía metálica que resalta la lluvia ácida sobre Los Ángeles de Jordan Cronenweth, la música del por una vez notorio Vangelis, el descubrimiento de Sean Young (después perdida y casi nunca reencontrada) como peculiar y vintage femme fatale de un futuro que hoy ya es presente, la hermosa literalidad de algunos de sus personajes (Rutger Hauer rememorando su visión casi wagneriana de los anillos de Saturno), los ojos maquillados como un antifaz de la contorsionista Daryl Hannah, la dirección artística de David Snyder, el escepticismo sincero que Harrison Ford otorga a su personaje y el detalle de William S. Burroughs de ceder el título de una de sus novelas.

    A favor: que el tiempo sigue sin hacer mella en sus imágenes.

    En contra: que Scott la haya retocado tantas veces.

     

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