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    Phantom Boy
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    Albert M.
    Albert M.

    358 usuarios 62 críticas Sigue sus publicaciones

    4,0
    Publicada el 16 de noviembre de 2015
    Jacques-Rémy Girerd fundó en 1981 el estudio Folimage como un centro de creación donde casi todo fuera posible, logrando crear una verdadera fábrica de la imagen animada basada en el talento y la imaginación de una centena de artistas y técnicos. El estudio devino así un centro especializado en la animación cuyo valor principal es la creación de autor, lo que viene reforzado por la preocupación del estudio por la formación de jóvenes talentos. El resultado es que las producciones de Folimage pueden ofrecer múltiples estilos narrativos y gráficos que responden al sello personal de su realizador, mostrando una riqueza de expresiones artísticas que no estamos tan acostumbrados a ver en la uniformidad de estilo de las producciones de Hollywood. Es en este marco en el que se ha desarrollado la poética y tierna "Phantom Boy", un proyecto de Alain Gagnol y Jean Loup Felicioli, que ya sorprendieron gratamente en 2010 con "Une Vie de Chat", coproducido entre Francia y Bélgica, por Folimage, Lunanime y France 3 Cinéma.
    Dirigida por el dúo Gagnol-Felicioli a partir de un guión del mismo Alain Gagnol y bajo los diseños de Jean Loup Felicioli, la historia narrada en "Phantom Boy" empieza cuando un misterioso gángster con la cara desfigurada hiere de gravedad al inspector de policía que le sigue, Álex, que es ingresado en el hospital; allí, donde no tiene libertad de movimientos por tener la pierna inmovilizada, el inspector conoce a Léo, un paciente de once años con vocación de detective que tiene el poder de salir de su cuerpo en forma de un fantasma, invisible a todos, capaz de volar y atravesar paredes. Con la ayuda de Leo y de la intrépida periodista Marie, Álex buscará frustrar los planes del gángster que le atacó y que amenaza a la ciudad con un virus informático capaz de provocar un fallo en todos sus sistemas.
    En 1954 Alfred Hitchcock ofrecía en una de sus mejores películas, "La Ventana Indiscreta", el relato de un fotógrafo con alma detectivesca que estaba convencido de poder destapar un crimen que sospechaba que se había producido en el edificio de enfrente, pero al estar postrado en una silla de ruedas por estar convaleciente con una pierna rota, no podía hacer mucho más que comunicarse por teléfono y contar con sus amigos a partir de lo que veía desde su ventana. La película de Gagnol y Felicioli revisita en cierta medida esa premisa, aunque en este caso se introduce un original elemento mágico que permite al inspector franquear los límites de las paredes donde se encuentra inmovilizado y ver más allá de lo que le ofrecen las ventanas: el joven Leo, a pesar de estar también físicamente encerrado en el hospital por una grave enfermedad que le obliga a estar sometido a un tratamiento químico, es capaz de proyectarse y salir como un fantasma fuera de su cuerpo, aunque es invisible y no puede tocar nada ni hacer nada, salvo hablar a través de la boca de su cuerpo físico y observar todo lo que pasa fuera del hospital; Léo se convierte así en la ventana de Álex, que a través del teléfono y con la ayuda de su joven amigo y de la periodista Marie, podrá afrontar la amenaza del villano.
    Alain Gagnol se inspiró para su guión en los cómics de superhéroes de la editorial Marvel creados por Stan Lee en la década de los 60, de los que admira la creación de héroes muy cercanos y muy humanos. Es así que el heroísmo del joven Léo no está en realidad tanto en sus superpoderes, como en el hecho muy humano de tener que hacer frente a una grave enfermedad y a pesar de ello enfrentarse a la adversidad ayudando a los demás, tanto a los pacientes del hospital como al detective y a su intrépida periodista. En todo caso la enfermedad de Léo no se convierte en una circunstancia de la que Gagnol abuse para introducir un exagerado dramatismo en la historia, sino que el realizador prefiere decantarse, en favor del agradecido espectador, por la aventura y ciertas dosis de buen humor.
    La producción de Gagnol y Felicioli se basa en la animación, impecable y delicada, de personajes y fondos dibujados a lápiz sobre papel y coloreados a mano con ceras a un régimen de 12 dibujos por segundo, dibujos que aunque posteriormente fueran retocados por ordenador, conservan el trazo de los lápices y de los colores. Por ello la producción se dilató durante cinco años, pero el resultado es de una belleza incontestable. A destacar los planos de la ciudad de Nueva York, reproducida bajo un prisma colorista y cálido y a la vez muy personal.
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