Matar a los padres a golpe de tecla
por Alejandro G.CalvoSinceridad ante todo: no esperaba nada de nada de Rocketman. Y en absoluto era por la figura a retratar, el virtuoso músico y artista Elton John, cuyos “Madman Across The Water” (1971), “Honky Chateau” (1972), “Don’t Shoot Me I’m Only The Piano Player” (1973) y “Goodbye Yellow Brick Road” (1973), me parece de lo mejor de la música de los 70. La culpa, claro, la tiene Bohemian Rhapsody (2018), la incuestionable rompe-taquillas del año pasado, capaz ya no sólo de pasar por encima de los dinosaurios de Bayona, sino de todo una resurrección-zombie de la banda Queen, además de colarse en los Oscar como un elefante en la sección de marroquinería de unos grandes almacenes cualquiera. La conexión de Rocketman con ésta, es indudable: Dexter Fletcher fue el responsable de finiquitar el biopic de Freddie Mercury tras el despido de Brian May por parte de Fox; ambas son películas que abordan un fenómeno pop de indudable alcance y, claro, ambos artistas fueron coetáneos (incluso amigos). Pero las similitudes acaban (por suerte para todos) aquí. Si Bohemian Rhapsody era un biopic trillado lleno de clichés del subgénero que blanqueaba el devenir de Mercury hasta convertirlo en un Pocoyó con dientes de morsa, Rocketman es un musical sorprendente. Ya con eso, la partida está ganada. Repito: Rocketman es un musical, casi diría de corte clásico (más cercano a Minelli que a Luhrmann); mientras que Bohemian Rhapsody era un seguido de (poca) puesta en escena de las canciones de la banda.
Curiosamente, la película de Fletcher sobre el creador (junto a Bernie Taupin) de hits pop del calado de “Tiny Dancer”, “I’m Still Standing” o “Your Song”, a nivel formal, se aleja mucho de lo que podrían ser los mejores biopics de artistas musicales de la historia del cine: Bird (1988), Last Days (2005), I’m Not There (2007), Control (2007), The Runaways (2010), Alrededor de la medianoche (1986), etcétera. Y es que Rocketman es inusitadamente clásica, casi hawksiana, plenamente funcional. Las canciones se hilvanan con el devenir dramático de la vida de Elton John de forma natural, en una simbiosis prácticamente perfecta entre creador y obra, dependiendo la una de la otra (y viceversa), pero sin llegar a asfixiarse en ningún momento. No hay melodrama exagerado, no hay sobrecarga épica, no hay (por tirar del símil musical) atonías ni disonancias en este divertido y emocionante recorrido por la vida y canciones de Elton John. Es tan sorprendente que cuesta creerlo. ¡Todo le sale bien a Fletcher! ¡Incluso Taron Egerton lo borda en su recreación del artista! Increíble. Ver para creer.
En el meollo de la cuestión se haya el nudo, entre freudiano y gordiano, de la relación del artista con sus padres. Proveniente de un hogar fracturado, con un padre imbécil (y ausente), y arrastrando el secreto de su homosexualidad, el Elton John artista no es capaz de separarse del Elton John humano. Tampoco le irá bien a la hora de enamorarse. Su ego y vanidad le harán enfrentarse con su mejor amigo. Rocketman no esconde las zonas oscuras de una vida porque entiende que toda vida tiene zonas oscuras. De ahí que lo de Queen fuera casi inmoral. Es probable que John esconda cosas (por qué no), pero sí que se enfrenta a ciertos demonios, ya vengan en forma de líneas paralelas polvorientas o en los huevos que hay que echarle para decirle a un padre que aquí el hijo es él (un hijo de su **** madre, se entiende). Así que además de clásica y emotiva, la peli es valiente de narices. No está nada mal.