Es ‘reconfortante’ comprobar que si una pandemia asola a la humanidad, no solo se verá afectada Nueva York o Los Ángeles, si no que el fin del mundo también puede pasar aquí al lado, en este caso, en Barcelona. Ya nos mostró algo parecido Nacho Vigalondo en Extraterrestre, donde un gigantesco OVNI sobrevolaba Madrid, pero si bien, Vigalondo optó por hacerlo en tono de comedia, los hermanos Pastor han optado por un thriller apocalíptico de aventuras con un mensaje optimista muy, muy en el fondo: si la civilización desaparece, habrá que volver a los inicios.
Uno de los aciertos de la película es que no se explican las causas de la epidemia, de hecho la película comienza cuando la población lleva varios meses sufriéndola y la palabra agarofobía se nombra tan solo una vez. A través varios flashback, que nos sitúan en los días en los que la humanidad comienza a desarrollar esa aversión a los espacios abiertos, distintos comentarios en televisión, o conversaciones de los protagonistas, barajan varias hipótesis como una nube de ceniza volcánica, un agente biológico…
Lo cierto es que no es relevante, lo importante es saber que hacer ahora que se ha producido, como continuar con nuestras vidas, o mejor dicho, como serán nuestras vidas ahora que la civilización que conocíamos se ha colapsado. Y es aquí donde encuentro el punto débil de la película, un final que no han sabido resolver de una manera creíble, han creado demasiadas expectativas al principio para llegar a una resolución demasiado simple. Aun así no es una mala película, parte de una idea original a la se podía haber sacado más.