Personaje, historia y guión, una unión fructífera de gran empeño y beneficio contrastado.
Lo primero que te impresiona de estas películas es la historia en sí, el magnífico hecho que cambió el rumbo del mundo y marcó como sería éste, la grandiosa hazaña que determinó los pasos para que hoy, nuestro día sea como sea, ya sabes, si una mariposa mueve las alas en Australia, en la parte contraria del globo hay un tornado y si cambias un hecho del pasado, todo el presente se reestructura conforme a la nueva situación; lo segundo es el personaje, por lo normal genios incomprendidos, que sobresalen de la media y de todo lo conocido, solitarios, introvertidos y de complicada convivencia con el resto de la humanidad o, de su entorno más cercano -acotando el espacio de movilidad- porque, por lo general, les importa poco la opinión de los demás amén de aburrirse tremendamente con ellos por su lentitud cognitiva, limitada capacidad cerebral y entretenimiento absurdo de perder el tiempo en un ocio inútil cuyo procedimiento y formas sociales no suelen captar ni entender pues la empatía, socialización, bromas y arte del sutil trato humano no son parte de sus habilidades.
"A veces es la gente de la que nadie imagina nada quienes hacen las cosas que nadie puede imaginar", y ese eran Alan Turing, un matemático, ignorante de la política y la guerra, apasionado por los crucigramas y enigmas, obsesionado por hallar su potencial y esquiva resolución y, cuyo afán y orgullo personal por demostrarse su valía e inteligencia le llevaron a enfrentarse voluntariamente al mayor reto existente en ese momento en Inglaterra, descifrar la máquina que servía para envíar los códigos secretos alemanes de la Segunda Guerra Mundial creando su propia versión traductora, todo ello retratado con orden, serenidad e inocencia de narrar los hechos sin profundizar en la inmundicia, con intensidad moderada en su fiabilidad histórica de los sucesos siendo recatado en la imagen ofrecida de la vida de secretos, traiciones, mentiras, engaños, argucias, juego cruel de estratagemas y podredumbre moral al servicio de la ética más conveniente en la que se vio sumido por ser el experto magistral que todos ansiaban y hacer bien su trabajo.
Un excelente Benedict Cumberbatch para un personaje meticuloso y frágil que atrae y capta tu interés y atención con espléndida facilidad, junto a la narración, leve hay que decirlo, de su vida personal y esos pequeños saltos temporales para entender su lugar en el mundo que, acompañado sabiamente y gracias al talento de Graham Moore para realizar la trascripción del libro de Andrew Hodges a un sencillo pero delicado guión, tratan con respeto y sobriedad la imagen de este héroe mártir que no fue colocado en la historia que él mismo recondujo hasta 50 años después de su muerte auto inflingida, un filme que recupera el honor mancillado de tan ilustre personaje y lo da a conocer al público para su posteridad que es la importancia, suculencia y datos destacado de estos biopics, ofrecer al mundo, con justicia recuperada, el conocimiento y la información señalada y decisiva de la magnificencia de ciertas vidas que, de otro modo, pasarían inadvertidas y anónimas para la mayoría de nosotros.
Respecto la película y su dirección, esta es atenta, considerada y adecuada, prefiere la suavidad, armonía y contención de las formas más que la abrumación y revuelo del cuento a la hora de su plasmación en imágenes pues, ésta es lo bastante correcta, permisiva y diestra para dejar que luzca el galán protagonista y sus heroicos y magníficos hechos y decisiones, dejarle hablar a él, que brille con esplendor e inunde la pantalla con su carisma, personalidad y valentía ni por él mismo conocida hasta el momento decisivo ya que, a pesar de tanta elocuencia y alabanza por doquier, creo que con frecuencia y exageración se tiende a confundir el gran relato con la gran película cuando ésta es grande porque vive del sublime espíritu y esencia de los hechos acontecidos y a quien se lo debe todo y, a la postre, al ser verídico ni siquiera tiene el don fascinante de su inventiva pues éstos vienen ya servidos, es fácil realizar una soberbia dirección cuando es soberbio lo relatado, no tiene mayor mérito, lo catastrófico sería ¡lo contrario!
"Ahora dime, ¿soy una máquina, soy una persona, soy un héroe de guerra o soy un criminal?", eso hemos venido a comprobar aunque parece hay unanimidad en el veredicto de que fue un poco de todo al referirse a él como "..., pocas veces tengo la oportunidad de decir que has resultado ser el hombre que esperaba", sentencia demoledora por su halago y estupor combinados.