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    Kingsman: Servicio secreto
    Críticas
    4,5
    Imprescindible
    Kingsman: Servicio secreto

    Yo soy espía

    por Suso Aira

    A una película que (casi) termina con un primerísimo primer plano del ano de una lasciva princesa nórdica solamente se la puede amar, y amar con la irracional locura de todo aquel que ha crecido amamantado por el universo de James Bond y toda aquella pléyade de espías (imitadores, sucedáneos, competidores…) que hicieron de los años 60 y 70 un paraíso. Guiño cool (sí, tienen licencia para hacer el chascarrillo) a esos finales en los que M o la mismísima reina de Inglaterra sorprendían en plena faena a 007, esa escena ejemplifica a la perfección lo que es el film y lo que suele ser el estimulante cine de Matthew Vaughn: una explosiva mezcla entre lo clásico y swinging, también pop, y el mejor del peor mal gusto. Disciplina inglesa, vamos.

    Así, esta adaptación, con alguna que otra licencia, del tebeo de Mark Millar y Dave Gibbons bascula entre el homenaje chanante y fiel al género bondiano y de superespías y la distanciada reinterpretación escatológica digna de cualquier enfant terrible del underground. No sabemos todavía qué Bond haría Edgard Wright, pero sí el que ha hecho Matthew Vaughn… y el que va a estrenar su colega y compinche Guy Ritchie (El agente de C.I.P.O.L.).

    Podría ser Kingsman: Servicio Secreto una suerte de nexo entre reencarnación y reencarnación de James Bond. También podríamos leerla e interpretarla (disfrutarla) como un Agentes de S.H.I.E.L.D. de la iconografía y cuerpo dramático nacidos de la pluma de Ian Fleming. A mí, personalmente, me llena más como un homenaje a Brian Clemens y sus televisivos Los Vengadores, con un Colin Firth émulo expeditivo de Sir John Steed. La imaginería de Clemens se apodera de la mayor parte del argumento y la acción de la película, capaz de hallar el equilibrio entre ese exquisito sinsentido sesentero y el relato lumpen (la parte de la madre del joven cachorro de Firth es como un Ken Loach a golpe de bizarrada salvaje). Auténtica ordalía repleta de humor, ironía y poesía de la masacre (la secuencia de la iglesia; ese Londres similar al de ¿Qué sucedió entonces? o Lifeforce), Kingsman: Servicio Secreto prueba lo bien que le sienta a Vaughn Mark Millar (véanse las previas Kick Ass) y lo bien que le sienta al género de espionaje un chute de creatividad, diversión y mala leche como este. Sin perder (o lo justo) la flema británica.

    A favor: la secuencia de los fuegos artificiales: explosión de color y muerte.

    En contra: Casi nada… Bueno ¿qué tal una canción a lo Bond?

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