Si en el Séptimo Arte existe cine comercial, cine de masas y superproducciones, existe también el cine de autor, de minorías o independiente... y luego, hay algo detrás de todo eso que eleva el nivel de estos últimos tipos a algo mucho más arriesgado, cuadros grotescos, lienzos de genialidad y pureza, de libertad artística desatada al cien por cien de su capacidad, obras de verdaderos términos extremos, amor u odio, no hay salvación ni postura media para esta clase de obras, condenadas su mayoría a convertirse en "clásicos de culto" bien por su apabullamiento filosófico como por la negación inicial con la que el público las reciba, medidas que determinarán su posición dentro del imaginario colectivo... aquellos que osan dar vida a esa materia descontrolada son hombres lo suficientemente inteligentes, o locos, como para no verse preocupados por lo que sus espectadores quieran sacar en claro una vez terminada la función, hombres que alzan sus aptitudes dando forma y seña a películas sin un claro mensaje, anárquicas hasta lo incomprensible y atrevidas hasta lo inexplorado, las lecturas son cosa de cada uno, aquí no reina tanto así la disciplina como el caos, y uno de los dueños y "padres" de dicho caos, es un pequeño gran hombre (y alborotador) llamado Harmony Korine.
Soy la clase de personaje extraño que se siente afortunado cuando lo invitan a un evento tal como una premiere, pero lo que sentí, tanto antes como después de la premiere de Spring Breakers fue pesar, pesar por una masa descontrolada que acudió allí unicamente por puro fanatismo para con las ex-princesas de Disney... al margen de todo lo concerniente al proyecto en cuestión, un servidor, que solo enciende el televisor una vez al año de acuerdo con la fecha acordada de la ceremonia de entrega de los Oscar, desconocía el estatus que ocupaban dichas chiquillas dentro del star-system, ahora que lo se, puedo asegurar que el valor de la película se multiplica por cuatro y también puedo sonreir de forma agria por las, aparentemente, elecciones suicidas en su reparto, pero puedo comprender los motivos una vez terminado el espectáculo, aunque quizá no sea más que una mera versión equivocada por parte de alguien que piensa haber pillado lo que es y no es, cuando en realidad, es todo lo que Harmony ha querido que sea, y así termina siendo, sin entradas cómodas ni salidas de emergencia.
Spring Breakers en una excursión hacia el lado oscuro de la diversión, o las formas de diversión creadas por los jovénes de este siglo, en el sentido más estricto de la palabra, a través de sus cuatro descarriladas protagonistas, realizamos un viaje de abstracción total a las antípodas del sueño americano y sus esencias, mediante una dirección sorprendente, donde Korine olvida su etapa más experimental y donde cabe recordar un cierto regusto al Terrence Malick de "El árbol de la vida", que imprime a la historia de un aroma de trascendencia que termina pasándole algo de factura a nivel global, remarcando con hacha y machete cada frase y cada "momentum" como si se tratase del fin del mundo en exclusiva... aunque viendo a todas esas víctimas de lo superfluo de plano en plano lanzando sus enormes sonrisas directamente a cámara de forma continua, tal vez no quisiera darse a entender otra cosa, volviendo al terreno argumental, el correteo de estos cuatro bombones entre litros de alcohol, kilos de droga y pulgadas de sexo las llevará a conocer al rey del palacio contra todo pronóstico, un estereotipo (o caricatura para ser más justos) predominante en nuestra sociedad, lo que yo llamo "el blancata", que solo aspira a ser un negro malo, con ansias de maldad pero desprovisto de bemoles frente a dos "simples" universitarias, interpretado con un ahinco y un carisma insultantes por ese niño prodigio que es James Franco, y que las mostrará cual es el precio del resultado restante de esa infinita juerga que consideran vida, el hilo que todo lo maneja para dar fruto a esos eventos, en un submundo donde las metas de más altura se han disminuido a niveles de materia gris, dinero fresco y balas en todo su repugnante esplendor.
Partiendo de todo este barullo, el film ni analiza ni relata, muestra, muestra y te sigue mostrando, mientras tu sucumbes al lodo y al fango de un pantano sin salida, sacando conclusiones inconcluentes, rindiéndote poco a poco a su veneno hasta el impacto final donde solo el aplauso de los espectadores te despierta del shock... tu mente queda reducida a un sinfín de piezas descompuestas que tratas de colocar en su lugar, sin lograr un éxito del todo completo, lo que queda luego es el recordatorio de la valentía de su propuesta, de su puesta en escena y de su espíritu, con momentos inmortales y de una genialidad perversa y retorcida como el inconmensurable "momento Britney" o el atraco inicial del restaurante, por no mencionar todo su lírico tramo final, dando puntapié a toda una generación de desechos buscando libertad en las antípodas de un sueño sin futuro, pollitos asustados como en una fábula, sin nido fijo donde apoyar su temor, su ingratitud o su banalidad...
Mucha mala baba y retorcimiento entre claros y oscuros, Harmony Korine ha terminado creando algo lucible y que, pronosticando lo visto aquí en España, será a priori una especie de taquillazo (aunque los caminos del Box Office son inexcrutables) donde los halagos por parte del fanático, los berridos por parte de los indignados y los aplausos por parte de los adeptos se entrelazarán en una serpenteante cadena que desembocará en la primera linea de fuego de las que gozan aquellas que no se muerden la lengua por nadie, causando estragos y alabanzas, como una melodía necesaria que compense el orden y la formalidad reinantes, una zambullida mortal a la piscina de lo absurdo, de lo caótico... y ¿acaso hay algo más caótico que las fiestas Spring Break? Harmony ya lo tiene claro, y aunque me quedara sin autógrafo sigo queriéndote tio, eres enorme.