Melodrama al cubo
por Gonzalo de PedroResulta muy interesante volver la vista atrás y visitar de nuevo las viejas películas de Pedro Almodóvar, a la luz de sus trabajos más recientes (su última película, cuando se escribe esta crítica, es la deslumbrante ‘La piel que habito', estrenada en 2011), porque arrojan nuevas ideas sobre obras tradicionalmente consideradas menores, o imperfectas, como es el caso de ‘Tacones lejanos'. Porque, aunque la crítica ha tendido a clasificar esta película entre las menos logradas de su filmografía, al verla tantos años después se entiende como un eslabón más en la cadena que conduciría a Almodóvar del gamberrismo, deudor lejano de John Waters, de sus primeras películas, a una barroquización progresiva que pasa por la relectura de los melodramas clásicos, convertidos en cajas con cajas dentro, cargadas a su vez de matrioskas rusas. Porque ya en ‘Tacones lejanos', Almodóvar estaba ensayando con esa estructura casi rizomática, y forzando los límites del melodrama con arriesgadas decisiones cómicas o dramáticas. Sea o no sea su mejor película, que poco importa a este crítico, solo el arriesgado salto temporal que nos lleva de la mítica secuencia en el Villa Rrosa a la del protagonista asesinado justifica ya toda la película.
Lo mejor: Los inicios de las estructuras enrevesadas que ha perfeccionado en sus últimas películas.
Lo peor: ¿A alguien le importa realmente qué es lo peor de una película?