El mal querer
por Sara HerediaQueer es todo lo que es gracias a Daniel Craig. Toda la carrera del actor parece haber estado diseñada para llegar a interpretar a William Lee, el protagonista de la cinta de Luca Guadagnino, a sus 56 años. Aquí ha dejado atrás al héroe de James Bond y se ha lanzado de cabeza a una cinta donde se muestra vulnerable e íntimo como nunca. Lo hace con una naturalidad que consigue hacernos olvidar al propio Craig y creernos a Lee, a pesar de que éste provenga de una novela surrealista y psicodélica.
Adaptar la novela de William Burroughs en la que se basa la cinta es un reto para cualquier guionista, por lo que haber conseguido dar sentido a la caótica mente del Beat es un auténtico mérito. El responsable de ello es Justin Kuritzkes, un dramaturgo angelino que saltó a Hollywood cuando apareció en la Black List -una lista con los guiones que más han gustado pero aún no se han producido- con su guion de Rivales. Ese drama romántico ha dado lugar a otro drama romántico, éste más introspectivo.
Kuritzkes, bajo la dirección del italiano, firma un relato magnético sobre el amor no correspondido, el ansia por la compañía y los sentimientos reprimidos. Un 'mal querer' que está presente en toda la película y que hace del desprecio el lenguaje de los protagonistas sin que ninguno de ellos sea realmente consciente de ello. Se podría decir, por tanto, que Queer es una oda al amor tóxico. Y a la carnalidad. Porque Queer es muy carnal. Ya decía Craig que, si la película no hubiera tenido escenas de sexo habría sido un fracaso. La adaptación de Burroughs necesitaba de esos dos cuerpos despojados de vergüenzas y secretos porque así es como la pareja protagonista intenta conectar desesperadamente. Incapaces de comunicarse, William Lee y Eugene Allerton tiran de corporalidad como si así fueran a descubrir quién es el otro y quiénes son ellos mismos.
Y a pesar de la toxicidad latente en cada escena y los (muchos) momentos de sexo, Queer nunca deja de ser estética y muy consciente de su propia imagen. Luca Guadagnino, como si de un sastre se tratara, ha creado un traje vintage y con textura que encaja a la perfección con el relato. Uno de los verdaderos placeres de la película es ver los decorados -construyeron Ciudad de México en un plató-, el diseño de vestuario -obra del director creativo de Loewe- y la pátina de época que lo cubre todo.
Una pena que muchas veces se quede más en lo estético y que el ritmo del largometraje se pierda en las sábanas de los protagonistas. Da la sensación de que el director quiere tanto a su propio universo que se le ha olvidado darle una razón para existir. Queer es un regalo en la filmografía de Daniel Craig, pero mucho me temo que está lejos de ser la mejor película de Guadagnino.