Sin ajo, ni salsa, ni picante ni ¡nada que se le parezca!..., sólo una larga cháchara de guerra televisiva, de telegramas leídos, de manipulación de los medios, de objetivos al servicio de cada cual, de varietés que se mueven y bailan al compás de la música, de fotos, disfraces y mucho discurso propagandístico que resulta insípido, poco atractivo, demasiado apagado y soporífero dado el entusiasmo con el que acudes a verla y la estela de sus dos hermanas precedentes; imposible salir contento, enamorado y fascinado de tanto habla barato, vocablo de relleno para justificar dos partes que aporten más taquilla y, como entretenimiento ocasional, alguna escena de batallita que logre calmar el deseo, nunca colmado, por tanto desfile, viajecito, pensamiento y debate estratégico que, poco o nada, convence.
Desde la visión objetiva de no conocer el relato escrito en libro ni cómo continúa la saga, desde la neutralidad de mirada que juzga sin conocer el destino o desenlace del resultado, esta primera parte de la tercera entrega supone un bajón en la clara línea ascendente observada hasta el momento en las anteriores, sin acción ni intensidad ni pasión, adrenalina, miedo, pavor o sentimientos afines sólo queda un aburrido preparar el camino para la gran explosión de su venidera, un recordar el sitio de cada personaje, un memorizar cómo acabó cada uno para, a partir de ahí, mover poco las fichas de lugar, un único dar vueltas de estrella objeto que levante el ánimo, éxtasis y furor, nunca logrado, que le falta a toda la cinta.
Despedida, con mensaje en pantalla, para el siempre por siempre añorado Phillip Seymour Hoffman, la chica guerrera -Jennifer Lawrence- más sosa, nula y ausente de lo previsto, su amigo de infancia -Liam Hemsworth- de mirón doliente, la líder -Julianne Moore- de timonel poco logrado y, un repertorio de bulto que poco hace-menos satisface y que no compensa las dos horas invertidas.
Esa moda de un entrante previo antes de la gran ceremonia y el espectacular banquete como que fastidia, agota, no atrae ni seduce; que sí, todo muy formal-preciso-correcto-arreglado-preparado pero..., ¡dejémonos de rodeos y vayamos al tiroteo!
Un catatónico pasearse por los distritos, rodar spots publicitarios, ruinas copiadas de una sede a otra, ponerse el mono de faena y dar una vuelta a ver lo que pasa por ahí, todo ello, lo dicho ¡sin ajo, ni salsa, ni picante ni nada que se le parezca!
La menos grata y placentera de todas las entregas vistas hasta ahora que es de suponer, todo lo indica, será compensado en la esperada conclusión pendiente de lo que, a todas luces, debería haber sido una única cinta, no de dos partes donde, una de ellas, no tiene el nivel de ejecución y complacencia de las anteriores.
¿Necesario como respiro explicativo antes de la gran tempestad? Puede, pero sigue sabiendo a poco lo visto, a película de transición, ¡sin más!