Matriarcado feliz
por Paula Arantzazu RuizY tuvo que llegar Angelina Jolie para realmente transformar los cuentos de hadas. Maléfica, la nueva versión de Disney del cuento "La bella durmiente", de Charles Perrault, no se parece a ninguno de los trabajos previos del nuevo ciclo sobre cuentos de hadas de la compañía. Maléfica es una película sobre Angelina, al servicio de Angelina y un retrato dual del personaje, ángel y demonio, que hará las delicias de los seguidores del twist oscuro de los relatos clásicos y de aquellos que también prefieran las filigranas cursis de las narraciones originales. Maléfica, por suerte, no acaba en esa nueva visión aparentemente más oscura y siniestra que nos están ofreciendo las majors de sus personajes más icónicos, en este caso, la hada malvada de la versión Disney de 1959. Maléfica ya no es un filme reciclado, sino una relectura absoluta del cuento tan inesperada como poderosa.
Robert Stromberg, su director, debuta como orquestador de esta fantasía tras un largo currículum como decorador y supervisor de FX. En su trayectoria encontramos los paisajes de Avatar, Oz: un mundo de fantasía, La vida de Pi, Los juegos del hambre o Alicia en el país de las maravillas y su talento para los universos CGI se demuestra con creces en Maléfica: virgueros planos aéreos, criaturas digitales que beben de la imaginación del añorado Jim Henson o bichejos y hadas luminescentes de todos los colores del arco iris. Pero es la transformación de Angelina Jolie la que más sorprende. Con esos pómulos hiperbólicos y un rostro que fulmina con cada caída de pestañas, la actriz se adueña de la pantalla. Ella es sin lugar a dudas la gran protagonista y el guión de Linda Woolverton, escribana de la casa Disney (La bella y la bestia), se entrega a su causa. Los espectadores más avezados reconocerán que Maléfica sigue la estrategia del musical "Wicked", basado en la novela de Gregory Maguire y donde se narra el origen y las razones por las que la Bruja mala del Oeste se transformó en la villana del cuento de Oz, y aquí, así pues, se nos explica la infancia de Maléfica y cómo tras ser traicionada por amor se metamorfosea en una suerte de diablesa perversa y de corazón hueco que acabará maldiciendo a la recién nacida Aurora, hija del que fue su pasión adolescente y que ha acabado convertido en su peor enemigo.
Cierto que la princesa Aurora, interpretada por Elle Fanning, quizá peque de tontuela, aunque para comprender el desenlace de la película resulta imperativo que rezume una inocencia desbordante (y algo empalagosa). Y también es cierto que la película apenas es una sucesión entre sus dos escenarios, el bosque encantado y el castillo del rey, pero lo más relevante de este retrato de Maléfica no es tanto su actualización formal digital sino, cómo se nos advierte nada más arrancar la película (“Déjanos contaros nuevamente un viejo cuento y veréis si lo conocéis tan bien”), el giro de la historia a mayor gloria del poder femenino. El amor verdadero no existe en Maléfica y, en sustitución, ese beso que ha de despertar a la ingenua princesa adormecida es un gesto de cariño y empoderamiento. Disney se postra ante el matriarcado que defiende en público y privado la Jolie y como para no caer rendido ante la mujer más poderosa de Hollywood.
A favor: Su fervor feminista.
En contra: El personaje de Aurora merecía más.