Thor Heyerdhal, explorador noruego, embarcado en una expedición que recorrerá 8000 kilómetros en 101 días para demostrar al mundo su teoría sobre la navegación de los indígenas; sin duda alguna, una aventura que da para mucho. De ahí la no explicación, el no entendimiento de observar, más que una hazaña épica, aventura de acción física -hablamos de tiburones, hambre, tormentas...- de unos visionarios locos fieles a sí mismos y a sus ideas, creencias, que rompieron moldes y cambiaron la historia, un relato de desasosiego, desesperanza, sin apenas corazón y con una clara falta de explosividad, de rotundidad y donde el espectador se sienta cautivado, atrapado y prendido por todo lo vivido. Excelentes interpretaciones, reales y naturales, vivas y impresionables pero..., poco más que decir; únicamente agua, barco y una meta. Con todo, a pesar de su obvias carencias en el resultado exhibido -una falta clara de ímpetu y tensión, de emoción y agresividad aventurera, de transmitir todo lo que se vivió en ese increíble y legendario viaje-, te mantienes fiel a la proa de la embarcación -nunca mejor dicho- sólo para comprobar su llegada, el completar un sensacional trayecto y su comparecencia ante el mundo; realmente vale la pena. Es una de estas películas que terminas por ser parte de la historia que vivimos, porque deseas conocer a estos hombres y que te cuentes que fue de sus vidas y de ese modo, salir contento y satisfecho por conocer algo más, por la clase de historia, la información recibida y el proceso de ilustración; contento de nutrir y alimentar el alma de saber.