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    Xingu. La misión al amazonas
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    Xingu. La misión al amazonas

    De enfermedades y antídotos

    por Mario Santiago

    Si repasamos los perfiles de los dos principales responsables de Xingu: La misión al Amazonas, podemos hacernos una primera idea de las pulsiones que laten en la superficie y en el subconsciente del film. Por un lado, tenemos a Cao Hamburger, guionista y director brasileño conocido principalmente por la creación de la popular serie infantil/educativa Castelo Rá-Tim-Bum. Por su parte, en el apartado de producción, encontramos a Fernando Meirelles, que en la recordada Ciudad de Dios supo convertir una miserable favela de Rio de Janeiro en el escenario de un explosivo thriller-noir a la Tarantino. Dos creadores que funden en Xingu su vocación didáctica, su gusto por la emotividad de alto voltaje y su interés por el gran espectáculo –vale la pena apuntar que Hamburger participó en el diseño de la intervención brasileña en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012–.

    Con estos antecedentes es posible comprender el ímpetu grandilocuente y la naturaleza algo academicista de una película que nos acerca a la Marcha hacia el oeste que emprendieron los hermanos Villas Boas en los años 40: un viaje que tenía como principal objetivo la exploración de las tierras salvajes del centro de Brasil. Pautada por un férreo y dinámico espíritu narrativo –que, en ocasiones, deviene en un relato demasiado expeditivo–, la película se erige en el estimable biopic de los Villas Boas, que presenta como telón de fondo una reflexión acerca del choque entre la civilización y el mundo salvaje. Pronto, el centro de la acción es ocupado por la relación que establecen los hermanos con las tribus indígenas que encuentran a su camino, una senda narrativa que desarrolla una tesis clara y concisa: la esperanza de un encuentro armónico se ve devastada (final y dramáticamente) por la violencia inherente a todo proceso de ocupación.

    Así, los Villas Boas son presentados como unos santos defensores de los indígenas –bordeando la hagiografía–, mientras la película se sitúa en un área de influencia donde reverberan los ecos de varias película que, en los años 80 del pasado siglo, se interesaron, desde una perspectiva similarmente didáctica, por el choque entre el progreso civilizado y la vida salvaje. Hablo de películas tan populares como La selva esmeralda de John Boorman, La misión de Roland Joffé o Bailando con lobos de Kevin Costner; filmes que, como Xingu, aspiraban a emocionar y aleccionar al gran público con su noble mensaje humanista.

    Por suerte, Xingu consigue trascender, aunque sólo sea puntualmente, su premisa inicial. En su segunda mitad, abocada a un nivel de dramatismo inusual, la película retrata de forma más o menos incisiva la creciente losa moral que atenaza al personaje de Claudio (al que da vida un notable João Miguel). Al tomar plena conciencia, a través de sus bajos instintos, de su condición de “enfermedad y antídoto” para los indígenas, Claudio se verá sumido en un veraz via crucis personal. Cabe decir que la película no termina de llevar hasta el final el martirio del protagonista, pero su disposición a asomarse al abismo de la autodestrucción y la locura merece un reconocimiento.

    A favor: La resonante caída en desgracia del personaje de Claudio.

    En contra: Los ademanes grandilocuentes del film.

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