Romcom de autoayuda
por Paula Arantzazu RuizA principios de este mes de octubre, The Hollywood Reporter publicaba un informe alertando sobre la mala salud de la comedia romántica estadounidense, popularmente conocida como romcom. "El público no está cansado del romance”, decía en ese artículo Michael Sucsy , director de Todos los días de mi vida, “están cansados de las fórmulas”, sentenciaba. Sirvan estas declaraciones como la mejor presentación de uno de los grandes reyes de la comedia romántica contemporánea, el británico Richard Curtis, quien gracias al guión de Cuatro bodas y un funeral, amén de trabajos como Notting Hill y, sobre todo, Love Actually, ha conquistado los sentimentales corazones de medio mundo. Todas estas películas cumplen la máxima que anhela Sucsy en las líneas de más arriba: en sus películas no se repite la fórmula. Y, sin embargo, todas son extrañamente parecidas. Y es que ello no quiere decir que Curtis no tenga una seña de identidad. Ambas características, la no-fórmula y las señas, están muy presentes en Una cuestión de tiempo, su último trabajo.
¿A quién se le hubiera podido ocurrir una comedia romántica vertebrada en la posibilidad del protagonista de viajar en el tiempo? Quizá a más de uno, pero sólo Richard Curtis es capaz de llevarlo a la gran pantalla y que todos queden encandilados. Tim Lake (Domhnall Gleeson), el personaje principal, es el último de una estirpe familiar cuyos miembros masculinos tienen el don de poder viajar a través del tiempo, eso sí, sólo hacia el pretérito de sus propias vidas. Tim, un romántico empedernido, utilizará esa cualidad para enamorar a una chica, Mary (Rachel McAdams) -a la que conoce tras mudarse a Londres-, viajando hacia atrás para mejorarse a sí mismo y poder conquistarla. Hasta aquí, el factor sorpresa (y cómico) del touch Curtis. Y de esa premisa, qué duda cabe, se puede desprender que Una cuestión de tiempo se erige como una oda a las segundas oportunidades que nos permiten ir puliendonos para ofrecer a los demás lo mejor de cada uno.
Por otra parte, este cuento de hadas de corte fantástico incluye un buen número de elementos reconocibles en “la romcom Curtis”. Encontramos a esos personajes secundarios tan conmovedores e imprescindibles en sus trabajos (el escritor de teatro amargado, el tío medio autista, la hermana de corazón delicado). Pero todavía más. Y es que el británico sabe estructurar como pocos los diferentes ciclos de la vida y sus emociones: el enamoramiento, el matrimonio, la estabilidad en la edad madura y el miedo ante la muerte; una naturaleza episódica de su cine que ya estaba en Cuatro bodas y un funeral y Love Actually, y que aquí cobra un sentido cuasi trascendental. Porque palpitando por debajo de la pátina romántica, Una cuestión de tiempo es una entrañable mirada a la paternidad, a qué significa ser padre, qué ser hijo, y cómo uno deja de ser hijo cuando abraza sin temores la paternidad.
A favor: Bill Nighy, el padre, suegro, consuegro, tío perfecto.
En contra: Su tono de película de autoayuda.