..., y sigo ¡sin apenas saber!, de Miles Davis.
Sin conocimiento específico sobre Miles Davis y su vida en concreto, me acerco a valorar lo que Don Cheadle tenga en buena estima otorgar..., con el antecedente de venir abrumada y emocionada -en el sentido más profundo y positivo de dichas palabras-, de disfrutar de una espléndida “Born to be blue”, que temo dictará parte de la impresión y sentencia sobre ésta.
Y la pregunta inevitable es, ¿es éste el Miles Davis por el que Don Cheadle se volvió loco?, ¿es éste el Miles que tanto deseaba reflejar?, ¿el Davis que durante tantos años persiguió y por el que tanto luchó?
Juega a dos tiempos, pasado memorable/presente desastroso, época de máxima gloria interpretativa/vuelta complicada tras un lustro de inactividad y abandono, en esa carrera expositiva, de fondo y excusa, de un adicto y su lacayo, tras la loca recuperación de una cinta; porque no vas a encontrar la grandeza del músico, ni las exquisiteces del compositor, ni el arte de la enorme leyenda, únicamente un devastado hombre, perdido mentalmente/arruinado anímicamente cuya inspiración, en parada obstruida, rememora esos buenos tiempos donde todo era fácil, donde todo era goce, donde vivía para sentir y desplegar su maravillosa música.
“Cuando estás creando tu música, ni siquiera el cielo es el límite”, música social de un géminis perturbado, que sentía dos voces en su moribundo cuerpo, capaz de lo mejor y lo peor es su turbulento proceder, de violencia arrasadora, el único lado que parece interesar a Don, esa ambivalencia y transformación del genio al loco, del magnífico creador, al ser desahuciado, con ese inquietante intento de recuperar su magia y volver a ser digno de su nombre.
Dicen que inventa mucho de lo narrado, que exagera y distorsiona, que es un fraude para los fans del trompetista/mediocre para el resto; Cheadle se embarca en mostrar la caída de un ángel negro y el ascenso del ave fénix, aún no muerto/aún no anulado, se centra en sus tormentos, lamentos, regresiones y ataques a su propia persona, a ese desvalido engendro que se machaca con insistencia, al tiempo que deja entrever esperanza de su renacimiento.
Que Don está espléndido..., es evidencia gratuita innecesaria de afirmar, que la fotografía es rotunda, que eclipsa y sugestiona..., lo perciben tus ojos al primer instante, que echas de menos más melodía escénica suya..., notoriedad triste que pesa, que abusa de ese insistir en pareja ambivalente, jugando a la caza del ladrón mezquino..., cierto, que mortifica al espectador con su rodada adrenalina, de caída drogadicción y surrealismo de hallar salida al desmayo continuo de su lógica razón..., se siente con decepción, que no es lo que esperabas..., hachazo inevitable de consumo, que aceptas el acento exclusivo sobre su nublado legado pero te preguntas por qué no destacar, al mismo nivel de agudeza y persistencia, tanto más como hay en su heterogénea existencia..., interrogante para un escritor-director-productor, tan entusiasmado con su propio producto, que se ciega a la hora de realizarlo.
Sensación rancia e inapetente para una cinta que parece de segunda, dada la explosión ferviente y tirante que fue la vida de este único hombre; difícil estar complacida con lo ofertado, desilusionada es más probable, pues las opciones de enfoque eran tan diversas y había tanto material disponible del que sacar grato partido, en forma de fábula vigorosa que, éste desmadrado correr, golpear, desvariar y tocar un mínimo, mientras tanto, sabe a lamento de muy poco.
Estaba equivocada, el biopic de Chet Baker no ha influido sobre la conclusión de ésta pues, aquel luce y deslumbra la figura de su maestro, ésta apaga y entierra al mito de ésta.
“Oye Miles ¿vas a regresar?” “Con toda seguridad”, aunque esperemos otra cinta que te haga más justicia; “Miles ahead”, le interesa el embrollo de su cabeza, aunque ésta era mucho más compleja y daba para mucho más de sí de lo reseñado.
..., y Ewan McGregor ¡de despertador caradura de la ira de Davis!
Débil devaneo, para tan espectacular suculencia.
Lo mejor; la interpretación de Cheadle y la fotografía que le afianza.
Lo peor; el limitado y fantaseado enfoque en el que se centra.
Nota 6,1
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