Transporter..., ¡ya no conduces como solías! y tu porte, ¡ya no luce como se preveía!
Alguna vez has pensado, Jason Statham, en decirle a la chica ¡que se defienda ella solita!, comunicarle que ¡ya no somos el género débil, que necesita protección masculina, y que lo que mola y se lleva es ella de compañera de batalla!, dando golpes y patadas, tan eficientes y precisas ¡como el clásico héroe de antaño!, que ya no gustan frágiles, necesitadas y tontas sino ¡independientes, fuertes y válidas!
También alguien debería informarle, a este prototipo de osado paladín corporal, nunca pretendido/siempre dispuesto, que sólo con su atractiva presencia no vale, por muy carismática, dura y segura que ésta sea, que necesita de secundarios de apoyo consistentes o medio apetecibles, más un guión que sea algo más que una tortuosa lista de frases hechas, para cutres escenas, que abarcan poco/logran aún menos en su famélico deseo, ya desde el principio, con inapetencia y desinterés percibido.
Con una banda sonora genial y fantástica, que le da mil vueltas a todo el revoltijo de amasijos mostrado, desde luego este relato ha quedado desfasado de los tiempos actuales, opta por formato de patrón viejo, con corte estándar, repetido y explotado hasta la saciedad; sólo que, en su intento de innovación, que pretende ofrecer algo más allá de lo habitual en estos casos, la ardiente y ofuscada confusión del personaje, se pierde en descontrolado interior que no se percibe en su andadura, sólo refleja caos y desorden, se le va la olla, en el propósito de lo perseguido, a la hora de mostrar las locuras e incoherencias de Nick, el auto-destructor, siempre honrado, amigo fiel de sus amigos, pues en su intento de darle autenticidad a esa personalidad de represión atormentada, que debe hechiza y encandilar, lo único que logra es que ambas partes pierdan en esta mezcolanza de malabarista sin gracia, ni miedo, ni entusiasmo que se mueve, cual bola de pin ball, en busca del siguiente choque que despierte a la máquina y haga ganar a la casa.
Aunque, sinceramente, aquí nadie sale complaciente, todos se aburren, el espectador desganado que reflexiona sobre la torpeza de realizar una simple, pero eficaz, cinta de acción, -sin grandes mareos ni contratiempos, sólo dar y recibir con efectividad, sequedad y limpieza- más el rotundo golpeador, de manos certeras pero cerebro ido y alborotado, que por ser tan inútilmente utilizado en su mejor arte, ayuda a su anestesia.
"Yo me gané mi pasado, gánate tú el tuyo" excepto que, con trabajos como éste, tiras mucha inmundicia al sereno y grato recuerdo que se tiene de tus principios; hay que trabajar, se entiende, más cuando eres absoluto protagonista dentro del género excelente que te vio nacer y coronarte pero, un mínimo de fondo, de contenido irresistible, de baile armonioso, de seducción por la historia, de arrebato por sus pasos, de ¡adrenalina por la acción!
El presente adalid está apesadumbrado, triste y confuso, igual va a derecha que izquierda, gana que apuesta de nuevo, con querencia solicitada de pérdida, para arrepentirse al segundo y volver al lío mental que tiene en su cabeza; ¿qué esta de psicólogo?, tan cierto como que no usa armas, sólo sus puños representan a este atrapado compulsivo que no sabe medir tiempos ni controlar su inercia, desmadre de lo positivo/catástrofe de lo negativo, conjunción de ambos en una fingida tensión que puede acabar con su persona muerta, cuerpo moribundo de cerebro atorado y aprisionado en la íntima cárcel de su errónea existencia.
Ni siquiera la movilidad, velocidad y enfrentamiento ¡es lo que eran! pues los opositores parecen muñecos de goma a la espera de la definitiva apuñalada y se remarca, para colofón colorido, con un inesperado amigo comodín, de mente sobria, que parece el espíritu de la navidad venido a ofrecer esa última oportunidad para encauzar carretera y salir, definitivamente, de las Vegas.
No gusta, no cubre mínimos, vende delirio cognitivo de sabrosa curiosidad que no cuela, amén de suspensos e inválidos encontronazos, cuerpo a cuerpo, pues en su obsesión por llenar de sustancia la primera idea, se olvida de cuidar y mostrar con decencia la segunda; Simon West, ¿que quieres algo más que un guardaespaldas arruinado con principios propios e intuitivos?, ¿salirte de la norma por mandato de la novela en que te inspiras?, vale pero, de tanto aspirar a la cumbre, resbalas y te pegas ¡un leñazo de narices!
Si los fans de Jason queremos ¡lo de siempre!, ¡y se trata de rellenar, simplemente, hora y media!, por qué te complicas tanto en confeccionar un complejo personaje que ni se pide, ni hace falta, ¡ni da la talla!
La infravalorada sencillez e inteligencia, de la línea recta, para ir a sitio querido y conocido ¡cómo se echa de menos!
Hacer por ocupar el tiempo nunca fue señal de logro y éxito, sólo urgente salvavidas para seguir a flote que, aquí, se desinfla ante la suntuosa pero inepta jugada salvaje que no es más que chulería de farol decrépito y fracasado.
La partida de cartas desanima y desalienta, amén de abatir el ritmo esperanzado de un corazón vapuleado y decepcionado. El dolor del fraude ¡llega al alma!
Por cierto, Sofía Vergara, apareces los cinco primeros minutos y ¡paf!, desapareces para nunca más volver, ¿valió la pena?, pregunta que se constesta ella sola con su vacuo silencio de respuesta, ¿es que te habían dado fiesta, ese día, en "Modern family" y no sabía qué hacer con tu tiempo libre?, porque para la audiencia es triste aparición, vista y no vista, ¡sin gloria ni memoria!