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    La Voie de l'ennemi
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    Lourdes L.
    Lourdes L.

    1.852 usuarios 101 críticas Sigue sus publicaciones

    2,0
    Publicada el 5 de octubre de 2015
    ¿El ser humano evoluciona o tropieza siempre con la misma piedra?
    Cuida tanto lo fotografía, se esmera tanto en la composición estética de las escenas que se olvida de afianzar el contenido, de darle carácter y consistencia a los personajes, de poner más énfasis y acción en los consabidos pasos a relatar.
    Porque sabes, desde el principio, lo que va a pasar, lo que va a suceder, el rol y papel de cada uno está claramente identificado, sólo hay que dejar transcurrir el tiempo y que vaya cubriendo, cada vez, más espacio en la señalada ruta pero, ¡es que se toma tanto tiempo, calma y tranquilidad para llevarlo a cabo! que impacienta tu buena voluntad, irrita tu espera, consume tus ganas.
    Su juego entre el deseo de paz y libertad, de hacer las cosas correctamente y conseguir una vida sencilla y, la amenaza constante de quien tienta y pone en peligro dicho sueño, carece de tensión, inquietud o congoja, a esa lectura de que hagas-lo-que-hagas-no-puedes-evitar-tu-destino le falta fuerza y le sobran minutos; el mal se abre camino a pesar de la voluntad y resistencia, la tentación de la ira y la justicia, no otorgada, tomada por las manos como panfleto de que, no se puede cambiar lo que se lleva dentro por mucha confianza, lealtad y sacrificio que se ponga en ello, es sermón fácil de adivinar desde el minuto uno que perfora, aún más si cabe, en su obvia espaciosidad y dilación de presentación, ralentizando lo que, ya de por si, iba a cámara lenta.
    Quiere crear momentos de sentida espiritualidad, de reflexión, de análisis del alma humana, de aprecio por una segunda oportunidad, de apoyo por la rehabilitación del condenado para descubrir sus verdades en una última jugada donde, las cartas no son tan malas. aunque éstas se salten la ley pues, en ocasiones, hay más injusticia dentro de ella y más equidad y resolución efectiva si se deja de lado y resuelve, uno mismo, el conflicto que acecha sin descanso...,
    ..., sólo que llegas a esa deseada mano final agotada, vencida y cabizbaja, resignada por no poder disfrutar de ella como debiera, sosegada por observar tanta religiosidad, misticismo y bonanza de corazón emprendedor expuesta sin el refuerzo argumental y dialéctico requerido, únicamente miradas a la hermosa lejanía, evaporados pensamientos que se conmueven con el atardecer, refugio de una puesta de sol para parar la recóndita furia acosadora e imágenes incesantes de esa lucha interna de quien busca y elige el bien, pero el demonio le acosa sin tregua, que motivan poco/seducen menos pues no logra transmitir su genio y personalidad, se queda en simple bosquejo que ni nutre ni alimenta.
    Forrest Whitaker de nuevo en el papel sangrante de quien vive un dilema íntimo, tortuoso y sufridor, lleno de reproches y con un pasado castigador que no le olvida ni perdona, siempre cumple, siempre se agradece su presencia aunque, en este film en concreto, no sea aliciente suficiente para afirmar su degustación ¡ya no plena!, no se pide tanto sino, simplemente, parcial o por fracciones.
    Rachid Bouchareb no infunde energía al círculo de personajes que presenta, los coloca en pantalla en su sitio pero sin solidez ni hambre de ser engullidos, los dos hombres de la ciudad no dan la talla, aburren y agotan, les concedes tu apoyo, fe y esperanza para que tomen vitalidad y nervio, para que ¡salten chispas!, aunque sean efímeras pero, es un triste y conclusivo ¡nada de nada!
    Siempre hay un mañana para hacer las cosas bien, para rectificar los errores de antaño, preparación para el despertar de un nuevo día pero, "no se puede descender dos veces por el mismo río, pues cuando desciendo por segunda vez, ni yo ni el río somos lo mismo", se puede retrasar lo inevitable pero, tarde o temprano te alcanza.
    La narrativa de esta cinta no provoca sensaciones y percepciones suficientes para suscitar su estimulo y querencia; excesiva duración, de escaso material, para una historia conocida y vieja cuya compañía es poco inspiradora, de incentivo pobre.
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