El filósofo y la peluquera
por Daniel de PartearroyoPoco a poco, el cineasta belga Lucas Belvaux va encontrando su sitio dentro de las siempre tormentosas aguas del cine europeo de vocación comercial que no renuncia a la inteligencia. Más allá del pintoresco experimento narrativo que llevó a Cannes en 2002 con una trilogía de películas que compartían personajes pero cambiaban de género, pasando del thriller a la comedia y finalmente al melodrama, Belvaux ha madurado su pericia para incorporar esa riqueza tonal al interior de una misma historia. Después del oscuro fresco vecinal de 38 témoins (2012), que también partía de origen literario, ha sido con la comedia romántica No es mi tipo, adaptación de una novela de Philippe Vilain, como ha llegado a realizar su mejor película, una delicada combinación de sensibilidades que terminan percolando dentro de un relato romántico veraz; es decir, tan reconocible, alegre y doloroso como la realidad.
Loïc Corbery, el James Franco francés, interpreta a Clément, un profesor de filosofía alemana parisino que se traslada a dar clases en un instituto de una pequeña villa de extrarradio. Allí conoce por casualidad a Jennifer, una peluquera entusiasta y pizpireta encarnada por Émilie Dequenne con la misma vivacidad con la que conquistó a los hermanos Dardenne en Rosetta (1999). Ambos se entregan al flirteo y ocasional enamoramiento cargados con sus propias mochilas sentimentales y la tensión de sus sensibilidades alejadas, abrazándose por la cintura en un baile de difícil equilibrio donde intentarán que confluyan las comedias románticas de Jennifer Aniston y las canciones de las Supremes que ella canta en el karaoke local con la estética trascendental de Kant y Los beneficios de la Luna de Baudelaire que él le lee por las noches.
Belvaux cuenta todo esto sin forzar la maquinaria melodramática, manteniéndose a la justa distancia de los personajes y dejando espacio para que sean ellos mismos, impulsados por la naturalidad de sus intérpretes, quienes defiendan sus propias posiciones desde las palabras y los gestos. Tanto las acciones que llegan a materializarse como aquellas que sólo se intuyen mientras ambos protagonistas buscan acercamientos, chocan contra muros y se contaminan entre sí. Intentan lidiar con su amor o, en definitiva, buscan la manera de hacerse compañía. No es mi tipo tiene la excepcional cualidad de mantener una superficie perfectamente accesible y cercana mientras, sin que rememorar a Truffaut sea en vano, explora con profunda sensibilidad cuestiones esenciales de la vida valiéndose de empatía, humanidad y, tal y como evidencia su tremendo final, ni un solo edulcorante artificial: sólo la dulce amargura de la existencia.
A favor: La reluciente interpretación de Émilie Dequenne.
En contra: La caricatura de algunos personajes secundarios, como los burgueses padres de Clément.