Cuando se trata de biopics, Hollywood siempre comete los mismos errores que dañan la auténtica historia por el bien de la taquilla. Son resultadistas y se entiende. Sus propios iconos no van a ser vilipendiados por ellos mismos. Efigies tan enormes como Walt Disney deben mantener su estatus de inmortal leyenda aunque la realidad diste mucho de lo que una pantalla grande puede mostrar. Los demonios que habitan a cualquier persona, ya se un genio de los negocios como era Disney, no son un buen reclamo a la hora de crear un biopic. Un intocable, casi tema tabú en Hollywood, como era y es el tío Disney, es difícil de recrear sin la constante sensación de no reflejar lo que en verdad uno quiere mostrar. Con la excusa de llevar al cine la historia de una escritora, Hollywood ha comenzado a abrir el paso hacia una senda muy poco explorada: la mezquindad de Walt Disney.
Enfocada en un continuo devenir de recuerdos de la autora, la película es un intento fallido de acumular puntos de vista que no llegan a cuajar por ningún lado. Con un guión a dos manos entre Sue Smith, autora de guiones para TV, y Kelly Marcel, que está adaptando '50 sombras de Grey', no logra decidirse por contarnos del todo ninguna de las dos historias que en pantalla vemos. Todo el film es en realidad dos películas totalmente diferentes. Una nos evocará a la infancia de la autora, con un estupendo Colin Farrell (padre de P.L. Travers), que por sí misma ya hubiera configurado una película y donde descubriremos realmente quién fue Mary Poppins. Pero cae en la memoria del espectador que ya tenemos un referente muy parecido, 'Descubriendo Nunca Jamás'. Mientras que la segunda historia se centra en los avatares de la pre-producción de la película 'Mary Poppins'.
Si bien es cierto que hubo tiras y aflojas durante años, que se hicieron grabaciones de los cambios del guión como muestra la cinta, no hay una seguridad de los hechos que plasman en pantalla. En todo momento tenemos la certeza que las imágenes están planificadas para una resolución amable y plausible del encuentro entre estas dos figuras, cineasta y escritora. Demasiado artificiosa en su puesta de escena, con amagos de perderse entre paternalismos y mensajes moralistas (marca de la casa Disney). Una historia de padres, sentimientos y rencores ocultos lastrados por una ineficaz mano del director, John Lee Hancock ('El Álamo'), más servicial que práctico. Aunque se ha ganado un lugar en Disney con sus guiones de 'Blancanieves y la leyenda del cazador' y la próxima en estrenarse, 'Maléfica'.
Emma Thompson convence como la estirada escritora que guarda pesadillas en su almohada, disfradaza de testaruda creadora que protege a sus personajes de las mandíbulas de Hollywood. Una buena interpretación que acaba diluyéndose en beneficio del mensaje pero en detrimento del conjunto. Por otro lado, Tom Hanks vuelve a dar en el blanco. Con sólo unos cuantos fotogramas, nos creemos que tenemos ante nosotros a Walt Disney. Tapizado, eso sí, bajo el prisma del convencionalismo reinante en la actualidad. Una oportunidad perdida para haber sido más transgresores y desenmascarar a uno de los genios más posesivos, ávidos y manipuladores que han existido en la Meca del Cine.
Hanks sólo ofrece un atisbo del encantador de serpientes que fue Disney, pero con eso nos basta. El resto del elenco actoral, asume su rol de corista y no hay piezas discordantes. Hasta Paul Giamatti, como chófer de la escritora, pasa casi desapercibido. Es la historia, partida en dos, la que nos hace sentirnos alejados de lo que nos cuentan. Un error que provoca un aislamiento del público hacia las emociones que intentan reflejar. El cine dentro del cine ha dado muy buenos ejemplos ('La noche americana', 'Cazador blanco, corazón negro', 'RKO 281') y ésta tenía todas las papeletas para triunfar. Pero las medias tintas, el ambiente tibio, excesivo tratamiento edulcorado que satura hasta amargar y una atmósfera que no acaba de prevalecer, hacen que todo el film se disfrute con la misma facilidad que se olvidará.