Como un espejo
por Carlos LosillaSofía Coppola es una merodeadora del cine. Siempre le ha gustado "pasearse", en el sentido metafórico de la expresión: con su padre Francis, con sus hermanos, con sus primos (Nicolas Cage, entre ellos), con sus amigos de Hollywood. En 'Mi vida con Zoe', el episodio que dirigió su progenitor para 'Historias de Nueva York', la veíamos siempre en movimiento, arriba y abajo, en hoteles y coches lujosos. Aparece como una estrella fugaz en la propia filmografía de papá Coppola y, no contenta con ello, se lanza a la dirección. Sus películas son intromisiones, al modo diletante, en varios ambientes y épocas: 'Las vírgenes suicidas', en los años 70; 'María Antonieta', en el siglo XVIII; 'Lost in Translation', en un Tokyo sin tiempo, desmaterializado, donde los protagonistas vagabundean sin rumbo… Sus dos últimos trabajos, sin embargo, parecen indicar que ha encontrado un sentido a tanta desorientación: tanto 'Somewhere' como 'The Bling Ring', para mí también sus dos mejores films hasta el momento, se centran en Hollywood para hablar de seres sin objetivo, pero a los que (a diferencia de los anteriores, con los que siempre establecía una ambigua distancia) parece conocer muy bien.
En el caso de 'The Bling Ring', se trata de una pandilla de amigos que establecen fuertes lazos de dependencia afectiva a través de la delincuencia. Pero no una delincuencia cualquiera, no son unos pobres tipos. Son niños de papá y de mamá que se dedican a entrar en casas de famosos y llevarse lo que pueden. Los famosos son Paris Hilton o Lindsay Lohan. La "Gran Horterada Hollywoodiense", aquello que ha convertido el reino de los sueños en el reino de la basura. Sofia Coppola se encuentra muy a gusto entre ellos, los filma con despreocupación y espontaneidad, hasta el punto de que alarga las escenas de los asaltos casi sin darse cuenta, porque de algún modo se reconoce en esos niños pijos que juegan a ser famosos usurpando la identidad de los famosos. Coppola ha descubierto cómo hacer una película sobre gente que deambula y merodea: centrándose en los alrededores de Hollywood, allí donde se cuece la cultura de la fama, no en el aburrimiento de la fama misma, sino en la excitación absurda y adolescente que provoca. Es la misma excitación que sentía María Antonieta por la vida de la corte, pero reconvertida a los oropeles del siglo XXI: Paris Hilton es la María Antonieta de nuestra época.
Al parecer, se trata de hechos reales, recreados a la manera de Sofia Coppola. Quiero decir con ello que no esperen tensión dramática, ni estructura de thriller. Las detenciones se llevan a cabo en escenas idénticas unas a otras, sin ningún tipo de suspense. El juicio se resuelve en una elipsis, nunca se nos da a ver. Lo que le interesa son las relaciones entre esos jóvenes, el modo en que conducen por las carreteras espectrales de Beverly Hills, la manera en que dicen "Oh My God!", "So cute!" o "Cool!" (hay que ver 'The Bling Riing' en versión original, por favor), su fascinación por la ropa de marca y por las joyas y por los zapatos de los famosos. Ahí hay adrenalina, pasión, lo equivalente a las rayas de coca o las otras drogas que consumen. Y Sofia Coppola, siempre admiradora de la juventud fogosa, no los juzga, no exhibe moralina alguna. Tampoco los ve como héroes. Son los equivalentes de los jóvenes delincuentes de Nicholas Ray, o de los Bonnie y Clyde de Arthur Penn, que se mencionan en un momento de la película. Ya que no hay lugar para el romanticismo de las pistolas y las huidas en coches destartalados, habrá que dejar alguno para lo único que les queda a estos chavales: ser el simulacro de sus adorados simulacros. Esa es su mayor condena.
A favor: Junto con 'The Canyons', de Paul Schrader, supone la respuesta definitiva, en forma de bofetada, a la cultura de la fama y los famosos.
En contra: Que se confunda con la dramatización de unos hechos reales. No tiene nada que ver.