Crisis de mediana edad
por Paula Arantzazu RuizEntre Woody Allen y el cine de los hermanos Coen se sitúa el ya quinto largometraje del actor John Turturro, Aprendiz de gigoló, donde relata las andanzas y aventuras sexuales y sentimentales de dos amigos, interpretados por Allen y el propio Turturro, que deciden introducirse en el negocio de la prostitución masculina. La razón, por supuesto, es económica, aunque a Fioravante, el personaje encarnado por Turturro, parece no preocuparle tanto la crematística del asunto como a su colega neoyorquino, convertido en proxeneta- abuelo cebolleta para simpatía del personal. Allen, por cierto, es de lo mejor de la función. Dice también mucho de la imagen que tiene de sí mismo Turturro que haya decidido encarnar a este gigoló objeto de deseo de señoras de tan buen ver como Sharon Stone, Sofía Vergara o Vanessa Paradis. ¿Quién de la platea masculina no desearía ver cumplido ese sueño?
Sea como fuere, Aprendiz de gigoló resulta más divertida cuanto más se busca en el universo extravagante de los hermanos Coen que cuando intenta imitar la comedia burguesa de Allen. Los segmentos en los que retrata la oscura comunidad judía de Brooklyn, haciendo sorna de sus arcaicas tradiciones morales, son a todas luces los mejores, pese a que Turturro tampoco consigue extraer todo el potencial de las situaciones que plantea. De hecho, el cineasta parece no tener muy claro que tipo de historia quiere contarnos (¿La del Don Juan neoyorquino? ¿La que critica a la ortodoxia semita? ¿La comedia sexual que de nuevo ahonda en las diferencias entre hombres y mujeres?) y la película deriva a lo largo de todo el metraje entre los referentes que maneja y sin tocar apenas pie. El diagnóstico es fácil de ver y establecer: Turturro se encuentra a mitad de su vida, no en el agujero negro que planteaba Dante en el arranque de La divina comedia, pero sí en una señora crisis de la mediana edad.
A favor: El tándem Allen-Turturro.
En contra: Los personajes femeninos están muy, demasiado estereotipados.