El gusto sobre películas de culto es como el culo... todos tenemos uno. Hay títulos, es evidente, que podemos alabar o criticar dependiendo de nuestras preferencias cinéfilas. A partir de ese punto, cualquier comentario acerca de una obra de referencia puede tener puntos de vista muy diferentes. Elevar a los altares a films que en su momento causaron impacto o un cambio drástico en la forma de ver cine tiene sus riesgos. Del mismo modo, cuando esa cinta ha pasado por varias generaciones de cinéfilos, se puede por fin catalogar como obra de culto. Sin caer en las típicas referencias a películas como 'Blade Runner' (un fracaso en su estreno, hoy un icono) o 'El exorcista' (desde su estreno una cinta mítica), el cine de culto tiene un apartado especial con el género del terror. El miedo, la sangre, la muerte y sus múltiples formas han aparecido de maneras muy diversas a lo largo de la historia. En 1974 un título llamó la atención al público. Se trataba de una obra menor que puso en tensión por su contenido a críticos y espectadores. Se calificó de colosal, espeluznante y en seguida se la llamó obra de culto. Han pasado 40 años de su estreno... ya es hora de poner las cosas en su sitio.
Ya está bien de encumbrar películas por el mero hecho de formar parte de un selecto club de fans o de intentar ser los más frikis del lugar. De acuerdo que no se puede negar que un film te guste (o no) por los más diversos y escabrosos motivos. Pero de ahí a decir que tal película es mejor que otra por el mero hecho de tus preferencias, va un largo trecho. Primero, antes de subir a los altares a una película, habrá que reconocer sus valores como film. Por mucho millones de cafres que visionen cada día 'Sálvame' no quiere decir que estemos viendo buena TV. Es más, no estamos viendo ni tan siquiera TV. Con 'La matanza de Texas' (1974) me pasa lo mismo. Ponerla en los mismos niveles con títulos como 'El exorcista' (1973), 'La Profecía' (1976), 'Tiburón' (1975), 'Alien' (1979) o 'La noche de Halloween' (1978), por decir varias obras de terror de esa misma década, me parece sencillamente descabellado.
Vuelvo a decir, no critico los gustos de los fans, sólo pongo en una balanza los méritos de una película en su forma, contenido y fondo. Como película, técnicamente hablando, es un total descalabro, llena de errores, mal estructurada, peor dirigida, rudamente rodada, incompleta, salpicada de fallos en montaje, trama y desarrollo. Todo un compendio de casualidades en su rodaje que hizo creer que estábamos ante una nueva forma de cine. No, rotundamente no. Los desaciertos al rodar un film no se pueden tomar como talento. La falta de presupuesto, la inexperiencia y la poca imaginación, no se puede transformar en creatividad. Todo en 'La matanza de Texas' se debe a un cúmulo de casualidades que el público tomó como una innovación. Su éxito en taquilla demostró que sólo la chiquillada era pasto de este fenómeno. Películas de esa misma década y género la aplastaron en ese concepto. 'La matanza de Texas' obtuvo 30 mills de recaudación (muy bien para su presupuesto) pero obras como 'El exorcista' (440 mills); 'Tiburón' (470 mills); 'Alien, el octavo pasajero' (110 mills) o incluso 'La noche de Halloween' (70 mills) la pusieron en su lugar. Ese mismo año, 1974, películas totalmente diferentes arrasaron en taquilla: 'Sillas de montar calientes' (Mel Brooks) con 120 mills o 'El jovencito Frankenstein' (Mel Brooks) con 85 mills. Ambas comedias.
En este punto hay que valorar que los espectadores de 1974 diferían mucho de nosotros. No estaban acostumbrados a tal explosión de violencia gratuita. Venían de ser testigos del terror psicológico de 'El exorcista' y la obra de Tobe Hooper se antojó novedosa. Han pasado cuatro décadas, el tiempo ha puesto a cada una en su lugar. La obra de Friedkin sigue colándose en nuestro imaginario colectivo, continua creando pesadillas... sigue viva. En cambio, la película de Hooper ha perdido todo lo que en su estreno podía ofrecer. La frescura, la supuesta novedad y la explícita violencia, ha perdido toda su fuerza con el paso de los años. El espectador de hoy en día verá una cinta mal rodada, inconexa y casi irrisoria. No sorprende ni emociona. Tan sólo crea una incómoda sensación de exasperación ante las imágenes. El terror que se plasmaba en la espeluznante motosierra sólo era ilusorio. El público de hoy no queda atrapado en la narración, carece de puntos de atracción a los que podamos aferrarnos.
Un rodaje amateur (era el segundo proyecto de Hooper), con actores noveles o curtidos en anuncios y teatro. Una paupérrima producción con escasos recursos. Lo que hoy en día llamamos "una peli hecha con amigos", se tomó como una obra de arte. Los cortes bruscos de montaje no eran a posta sino mala práctica. Los movimientos de cámara en mano que supuestamente crean más tensión, no fueron fruto de la creatividad de Hooper, sino la necesidad, ya que no había otro equipo. La calidad de la imagen no fue impuesta (una cámara de 16mm) sino la única de la que disponían, lo que provocó la fotografía del film. La violencia desatada del film, es en verdad, lo que podemos valorar como genuino. Del guión, poco o nada destacable. Una historia que se resume en el título original 'La masacre de la motosierra en Texas' deja poco a la imaginación. Una trama en la que no sucede nada, no nos cuenta nada salvo el cómo matar de diferentes formas... eso sí, de un gusto bastante sórdido que sólo busca ser provocador. Hitchcock daba mucho más miedo y terror sin mostrar nada. Pero claro, eso son ligas mayores, no para jugadores inexpertos.
Ser grotesco, obsceno, mostrar vísceras, ir más allá en provocar la imagen más bizarra o plasmar en pantalla un supuesto malestar en el público no es hacer cine. Para eso ya tenemos a Intereconomía en TV o al ministro Wert en la vida real. El cine ha de servir para mostrar emociones, crear atmósferas, mundos imaginarios, provocar tensión, evasión e incluso risas. Entretener al fin y al cabo. La curiosa elección de Hooper por incluirse en el género de terror fue equivocada. Quiso ser gore pero se quedó a medio camino. Quiso crear un slasher (género de psicópatas) y creó un sucedáneo. Hace unos años, 'La bruja de Blair' fue un fenómeno parecido. Una supuesta muestra de cine independiente, creada a partir de una historia en principio real (Ed Gein en el caso de 'La matanza de Texas'), fue tomada como una nueva forma de hacer cine. La diferencia entre una y otra, es que los creadores de 'La bruja de Blair' sabían lo que querían rodar. Hooper simplemente hizo lo que pudo, con lo que tenía, sin saber muy bien cómo terminaría aquello. Salvó los muebles en un proyecto entre amigos. Hizo cine, de peor o mejor gusto, pero no hizo arte. Fue el fruto de la casualidad lo que encumbró a este film. Hoy en día, menos mal, ya somos mayores para creernos cuentos.