János Szász es un director y guionista húngaro nacido en 1958 que lleva en el mundo de la gran pantalla desde que en 1983 debutara con el film Fluk Witman. Ha dirigido un total de once películas y numerosas obras teatrales. El film nos sitúa en plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Nos cuenta la historia de los gemelos Egyik y Masik, como son llevados por su madre a vivir con su abuela para evitar que pasen por la barbarie de la guerra, pero por desgracia sufrirán en sus carnes muchos de esos horrores acontecidos durante la fatídica guerra. Su abuela es una mujer fornida y dura, muy dura, los hará trabajar para ganarse el plato de comida, llegando incluso al maltrato físico y psicológico, pero todo esto en lugar de empequeñecerlos les hace cada vez más fuertes y duros, los dos chicos deciden endurecerse a base de un entrenamiento que consiste en el castigo físico y psicológico para poder hacer frente de manera más firme a ese mundo de violencia, el mundo de los adultos. Cada noche escriben sus vivencias en un cuaderno. Eran tiempos duros, muy duros, las oportunidades no existían, tenías que inventarlas, toreando con todo tipo de adversidades, forjando hombres en cuerpos de niños, donde la comida se pagaba con sumisa esclavitud, como dicen en una de las frases del film “El dolor se desvanece, cuando el cuerpo se acostumbra al castigo diario” y es que las respuestas no sirven de mucho cuando primero se golpea y luego se pregunta.
La película, es una historia dentro de la historia, no, no es una redundancia, la historia de la Segunda Guerra Mundial ha sido llevada al cine en innumerables ocasiones, esta no es una más, no lo es si tenemos en cuenta que la matriz del film es la Segunda Guerra Mundial, que ella nos sirve para poder crear la historia, por su situación, por las circunstancias que en ella se vivieron, por todo lo que fue y representó para el mundo entero, pero principalmente para los que la padecieron en primera persona, pero esa matriz no es más que un punto de partida, porque esa historia ya nos la han contado muchas veces y ésta vez, el relato que nos narran se centra en las vivencias personales de dos hermanos, en las escasas pero intensas relaciones personales, en la madurez a base de golpes y en la fortaleza de poder poner la otra mejilla cuando la primera ya está tan roja como el capote de un torero. Toda una terapia de choque que sirve como método para vencer los miedos y debilidades, como he dicho antes, una historia dentro de una historia, una historia, dentro de la historia.
Las interpretaciones son cuanto menos convincentes, András Gyémánt, László Gyémánt están a buen nivel interpretando a los dos hermanos gemelos protagonistas del film, pero voy a hacer una mención especial a cada una de las interpretaciones femeninas, tanto la abuela (Piroska Molnár), como la chica del labio cortado (Orsolya Toth) como la amante madura interpretada por Diána Kiss están sensacionales, especialmente la abuela de los niños que consigue transmitir al espectador sentimientos encontrados. La fotografía es sencillamente excelente, altamente destacable, el entorno era muy propicio para descollar y otorgar brillantez a esa faceta del film, por destacar algún momento, la escena en la cual los dos gemelos juegan en la nieve es sencillamente fabulosa.
Por criticar algún apartado, hay fragmentos de la historia que la debilitan, son incongruentes o bien por la incoherencia o bien porque no los han sabido desarrollar o explicar, el espectador los tiene que suponer o crearse su propia idea, la relación final con la abuela, parece que nos muestra un villano que no es tal, parece que gracias a ese falso villano los dos hermanos consiguen fortalecerse a base de golpes y a base de una escasez de cariño, que los convertiría en seres mucho más vulnerables, pero, la madre sigue siendo un eslabón perdido, hay una falta de desarrollo en ello, aunque se deja leer entre líneas el porqué de todo esa historia y futuro rechazo.