Con armas y a lo loco
por Xavi Sánchez PonsEn listón estaba alto, dos entregas anteriores convertidas en el sueño húmedo hecho realidad de todos los amantes del cine de acción de las pasadas tres décadas, con una suma de cromos nunca vista desde aquellos repartos interminables del cine de catástrofes setentero. Dos películas festivas, honestas, crepusculares pero socarronas como Space Cowboys, donde la acción y violencia salvaje de claro espíritu serie B campaban a sus anchas. Dos rompetaquillas que pedían a gritos una tercera; que la fiesta siguiera. Pues bien, a pesar de que Los Mercernarios 3 no es tan redonda como sus predecesoras, en gran parte de su metraje vuelve a ser el shangri-la actioner que se espera y desea de esta saga ideada por el incombustible Sylvester Stallone.
Misión Imposible, James Bond, los spaghetti western de Sergio Leone y las películas de acción directas a video de los ochenta, son algunos de los referentes que maneja esta nueva entrega dirigida por Patrick Hughes (no dejen escapar su primer filme, un notable western moderno titulado Red Hill), que cumple la papeleta tras las cámaras parapetado en la acción tetosterónica y una vis cómica antológica que, en muchos casos, se aprovecha de la edad avanzada de los personajes. En el primer aspecto destaca el tramo inicial del filme, un regalo a Wesley Snipes y una clase maestra de acción disparatada y loca; más un clímax final situado en Afganistán que guiña el ojo a Rambo 3 y apuesta por el exceso con resultados orgiásticos para el espectador afín al género. Sobre el segundo, son dignos de mención los chistes sobre la eyaculación precoz, el colesterol y el peligro de un ataque el corazón de alguno de los protagonistas más veteranos, los duelosa lo a ver quien la tiene más grande(la pugna entre Statham y Snipes es antológica), y el fichaje de Antonio Banderas en una de sus interpretaciones más paródicas (llega a canturrear el himno de la Legión).
Ahora bien, ¿qué es lo que hace que Los Mercenarios 3 no sea tan redonda como sus predecesoras? Pues las novedades que Stallone ha decidido implementar en ella, a/ un nuevo equipo de mercenarios más joven con una alarmante falta de carisma, un hecho que lastra la parte central de la película; una bajada de la violencia explícita para llegar a un público adolescente americano; la calificación PG-13 suprime la sangre, los primeros planos de degollamientos y miembros seccionados volando por los aires, ese salvajismo verbenero que tan bien le sentaba y le sienta a los dos primeras entregas. En parte, esos dos errores de cálculo se ven equilibrados con la acertada elección del villano, un brillante y desbocado Mel Gibson que deja bien a las claras que a pesar de las adicciones y escándalos varios aún tiene cuerda para rato.
A favor: el rescatado Wesley “Doctor Muerte” Snipes, amo y señor en todas las secuencias que protagoniza
En contra: el nuevo grupo de mercenarios encabezado por Kellan Lutz carece de carisma