El problema con la estrella filmográfica del momento es que nadie acude objetivamente a su pertinente visión, sin condicionamiento previo, sea el que sea; los que han leído el libro y disfrutado de su arrebato y fascinación, con las perspectivas altas y una exigencia casi imposible de complacer y colmar; los que también lo leyeron pero no les pareció la quinta maravilla, más comedidos a ver si su versión en gran pantalla motiva y seduce más que su letra impresa; los que no han leído el famoso manuscrito, en un tranquilo y reposado estado de a-verlas-venir; quienes empezaron el relato pero no pudieron con él por tratarse de una lectura sencilla, llana y pueril con un lenguaje gramatical en exceso simple e insustancial y escasas sentencias de contenido ávido y voraz, a esperar suerte y que en imágenes y fotogramas sea más interesante y llevadero; ¿vaticinio previo a su degustación?..., pasará que a los encantados con el libro la película defraudará, a los que no pudimos acabar el ejemplar el filme nos valdrá y, a los que la novela ni-fu-ni-fa, la cinta más de lo mismo siendo la curiosidad que mató al gato y desentrañar su intriga la que dicte sentencia sobre cuál será la postura ganadora y..., ¡error de cálculo!, ésta es de decepción para todos pues, aún perteneciendo al grupo que lo empezó en novela y acabó en celuloide y, augurando que la mencionada sería suficiente en su aporte de emoción y calidad, no ha sido así.
Ésta no sacia, cautiva ni satisface con la magnitud y profundidad esperada y deseada, un ligero transcurrir por las escenas sin apenas sentir excitación, complicidad, delirio o ardiente pasión por observar su devenir, un apaciguado circular por este mediocre mundo sado -¿has visto "Nymphomaniac" de Von Trier?, ¡ríete de esto!- cuya dominación no da ni para impresionar a la portera, ni impacta ni sobrecoge ni consigue alcanzar ningún tipo de éxtasis, rubor, fogosidad o placer donde ya se intuye, en esa torpe, carente y nimia primera escena de nula provocación, osadía, intimidación o carga petulante, lo que será la norma de todo su andar, vigor, seguridad, fuego y adrenalina ausente que elucubra con alcanzar el gusto y desespero por el control y posesión del cuerpo del otro con sometimiento de su espíritu y acatamiento de su completa alma sin la arrogancia, combustión y altivez supuesta, ser suya completamente no es algo que se desprenda con exquisitez, soberbia y desmesura de sus escenas.
Falla su intimidad, complicidad, deseo, conexión e instinto carnal de quien no puede respirar sin el contacto del otro, superficialidad de una pareja poco avenida, apenas creíble, nada inspiradora en pantalla que suscita dudas sobre su capacidad para volver loca a su audiencia, lástima de experimento cinematográfico y oportunidad perdida.
Por cierto, en cuanto a sexo, frenesí, locura, lujuria, erotismo e irrefrenable deseo carnal que impide pensar, comer, dormir y seguir con tu pausada rutina que solicita imperiosamente contacto, desborde, anulación y entrega total al otro, me sigo quedando con una explosiva, ardiente y torrida "Nueve semanas y media" que lograba excitar, volar, suspirar, nublar y enloquecer al más calmado con su fantástica pareja protagonista de bomba sexual en cada segundo de pantalla y, una banda sonora espectacular cuya voz rasgada, por siempre, irá pegada a tu imaginación más perversa, calenturienta, íntima y manifiesta, lo visto aquí es ñiñería que apenas da para algo de calor y sofoco.
Falto de carácter, distinción y energía, ímpetu, fuerza y orgullo, adjetivos necesarios para soñar con querer formar parte de su mundo pero que, sin embargo, se queda en un mirar por mirar de escasa apetencia y pobre complacencia; aprobado para Dakota Johnson, insuficiente Jamie Dorman, suspenso para Sam Taylor-Johnson y a la guionista, Kelly Marcel, ni juzgarla pues ni siquiera pude con la escritura de E.L. James, autora de la novela.
Si esto es así para quienes empezamos a leer la novela pero no pudimos acabarla, no imagino el bajón anímico para quien lo leyó entusiasmada y corrió veloz a su encuentro en gran pantalla; mejor suerte corrieron quienes ni siquiera se molestaron en empezar su lectura.
"Tengo que dejarte ir...Adios Mr. Gray", nunca mejor dicho.