Agárralo cómo puedas 444 y ¼
por Alejandro G.CalvoPlanteada como una versión XXL de La Jungla de Cristal –o como una versión aparatosa y despreocupada de la más modesta Objetivo: La Casa Blanca (compararlas es como enfrentar a Armaggedon con Deep Impact)-, Asalto al poder vuelve a poner sobre el mantel todas las parafilias de su realizador, el siempre apocalíptico (en todos los sentidos: dramáticos, estéticos, figurativos y conceptuales) Roland Emmerich: trazar un relato que se avoca a la hecatombe humana definitiva –un ataque nuclear que desencadenaría la III Guerra Mundial-, gran espectacularidad de las imágenes –las hay hasta la saciedad, desde la carrera de coches oficiales por los jardines de la Casa Blanca a los ataques aéreos de los helicópteros Black Hawk-, personajes tallados por su simplismo descriptivo –los buenos, muy buenos; los malos, peores-, continuos golpes de humor anacrónicos –tiene algo de "buddy movie", pero Gila hacía mejores chistes sobre la guerra- así como una cinética tremendamente acelerada, donde la fugacidad con la que transcurren las imágenes evitan que el espectador se plantee mínimamente qué narices está viendo (lo qué es positivo para todos). Vamos, que es Emmerich en estado puro, puesto que ya se trate de destruir un edificio (Asalto al poder), una ciudad (Godzilla) o el mundo entero (2012), al final la mecánica se reduce a lo mismo: el seguir los pasos de unas pocas personas bajo la hecatombe de turno para ver cómo se las idearán para sobrevivir a tamaña barbarie.
Quizás lo que más llame la atención de este nuevo sinsentido, cuya ilusión máxima es el trazar esa secuencia entre lo opresivo y lo espectacular que logre alzarse en los anales del blockbuster contemporáneo, es lo desquiciante de su sentido del humor. Es tal el cúmulo de chistes fuera de órbita –unos voluntarios, otros no tanto- que uno llega a creer que lo que Emmerich ha querido realizar realmente era una comedia autoparódica donde poder reírse a gusto de su propia condición de cineasta para las masas. Vaya, que si esta película la hubiera protagonizado Leslie Nielsen en vez de Channing Tatum –Jamie Foxx ya resulta cómico per se-, hubiera ganado muchos enteros. Y dado que las películas de Emmerich funcionan mejor por acumulación que por depuración, uno puede llegar a reírse bien a gusto del cúmulo de delirios que habita en la película (especialmente en su último tercio, bandera en ristre). Todo esto me recuerda a algo que en su día me dijo el crítico Joan Pons: "A mí, un chiste malo, no me hace gracia. Ahora, diez chistes malos seguidos… ¡eso ya es otra cosa!". Una máxima perfectamente aplicable a las películas de Roland Emmerich o, ya puestos, de Uwe Boll, Joel Schumacher o cualquiera protagonizada por Nicolas Cage.
A favor: James Woods, que estaría bien hasta de protagonista de 50 sombras de Grey.
En contra: Que Jamie Foxx no se ponga a pegar tiros como en Django desencadenado.