Google es una fiesta
por Quim CasasDos cosas buenas sobre 'Los becarios'. La primera es que el filme subvierte uno de los esquemas habituales de la nueva comedia estadounidense, el de los personajes atenazados por el complejo de Peter Pan, y los presenta muchísimo más activos en este sentido. Owen Wilson y Vince Vaughn no quieren seguir viviendo como en su etapa adolescente, renunciando a las obligaciones de la edad adulta cuando ya han rebasado los cuarenta años, sino que son capaces de introducirse en un universo teen, informático, tecnológico y digital presentándose como becarios a unas prácticas de trabajo en Google. En esta idea, responsabilidad de Vaughn –argumentista, guionista y productor de la cinta–, reside lo único interesante de esta película en cuanto al contexto al que pertenece, la nueva y bárbara (en esta caso esterilizada) comedia alumbrada por Apatow y sus descendientes (y algunos precedentes).
La segunda cosa buena, pero menos, reside en el entendimiento entre los dos actores. Menos porque en otros filmes –'De boda en boda'– Vaughn y Wilson han estado y se han compenetrado infinitamente mejor (la aparición de Will Ferrell, otro icono de la comedia contemporánea, tampoco funciona, y eso es noticia).
Dos cosas malas. La primera atañe a su discurso extremadamente ñoño y conservador. No molesta el final feliz, sino la concatenación innecesaria de finales felices y, sobre todo, el carácter de enseñanza ética que tienen los veinte minutos finales de metraje. Me parece bien que los dos cuarentones protagonistas desperdiguen sus lecciones de vida (entre otras cosas reivindican el tesón de la protagonista de 'Flashdance', el filme-ético de los ochenta) entre los cuatro adolescentes que conforman su grupo de becarios, pero tanta enseñanza con moralina llega a agotar (cierto, es un mal endémico de buena parte de esta nueva comedia: tras la barbarie inicial llega casi siempre el toque de queda compasivo y la convención de carácter conservador).
La segunda cosa mala: la escasa diversión que procura un film sin gags dignos o recordables, sustentado en un exceso de diálogo a veces incomprensible y una divergencia/aprendizaje generacional que estalla en la secuencia de la discoteca, en la que se reúne todo lo deficiente y todo lo más o menos sugerente de la película.
A favor: Aunque no es su mejor trabajo, Wilson y Vaughn siempre convencen.
En contra: Mucha moralina y escasa diversión.