Todo parece, nada es..., "los vaivenes de la vida, hoy nos llevan a ganar y otro día nos castigan con perder la paz y la dignidad"; ¡Céntrate, Will Smith!
El príncipe de Bel Air ya no corre, ni bromea, ni pega bofetadas, ni lleva pistola, ni salva al mundo, ni hace el payaso, ni es el chistoso del grupo, ha dejado sus fantasmadas y manifestadas charlotadas, de hilaridad casi siempre lograda, y se nos presenta como enamorado estafador con sentimientos encontrados y mucho lío a la hora de hacer su trabajo.
Un primer contacto a lo Ocean's eleven con mucho estruendo de fondo, paisajes llamativos, elegancia en la presentación, cambio constante de escenarios y música estentórea como tapadera de mucho habla con poco contenido, una charlatanería sin parar de cámara rápida, en perpetuo movimiento que no hace si no alentar la sospecha de que el guión no cuenta con gran sustancia, que las nueces se perdieron por un camino muy ruidoso que no consigue ocultar que estamos ante bambalinas muy adornadas y resplandecientes que aportan insuficiente motivación a un interés que mira expectante queriendo encontrar lo que sea que le estimule a salvar y ser benévolo con esta función teatral que se mueve en demasía para tan escaso decir para, a continuación y tras un salto de tres años, pasar a un abuso del juego de las mentiras, excesivo galimatías que se come la cola de tanto dar vueltas y que acaba dando igual por dónde salga tanto rocambolesco engaño, cuál sea la maldita verdad escondida si es que, en un principio, hubo alguna forma coherente de redondear todo el espectáculo circense plasmado porque, llegados a ese punto, hasta el coche puede ser el fantástico Kitt, camuflado y estar Michael Knight a la espera, como guardaespaldas del cabreado ricachón, para salir del fondo como voltereta a añadir a tanto rodeo insustancial sin demasiado regocijo que tastar.
Los responsables de película tan gloriosa, "I love you, Phillip Morris" como carismática, Glenn Ficarra y John Requa, presentan una historia demasiado familiar y reconocida, por mucho que se empeñen en dar giros, rodeos y reveses para marear la perdiz que sólo cuenta con la química, atractivo y simpatía de la pareja protagonista, un "Leyenda" que intenta continuar siéndolo después de algún reciente tropiezo pero, esta vez, rodeado de alto standing en la jungla devoradora de la ciudad y, una hermosa Margot Robbie que sirve de perfecto gancho para distraer la atención y que no concluyas que no hay mucho más, que te han robado la cartera, que la función sólo contaba con un bonito decorado y que, incluso con tu dispuesta condescendencia que quiere saborear, con mayor profundidad, lo que apenas alcanza para un leve y tenue sorbo de vino, no tan exquisito como pretendido, el dictamen es conclusivo..., mucho lujo, la mayoría hipotecado, y el resto falso.
Los timadores son esta fantástica pareja embaucadora que funcionan espléndidamente en pantalla y que logran, sin apenas esforzarse, que continúes tras ellos, tras sus aventuras, barullos y desvelos y a la espera de verlos venir en sus caóticos malabarismos, incluso intuyendo que la cosa no va a mejorar, verdaderos encantadores de serpientes con los que te irías de juerga a pasar un buen rato entretenido pero a los que no les acompaña un argumento con la misma chispa, gracia y encanto que ellos pues, al final, pierde la horma de su zapato y se conforma con un reloj sacado de la chistera pues el conejo, ya mareado, se había ausentado.
"Les deseo mucha suerte. Con amigos como usted, ¿quién necesita suerte?", realmente la necesitas, amén de un relato consistente que sepa resolver la papeleta con inteligencia y no un simple tirar los dados por tirar, una y otra vez, hasta agotar los lanzamientos o conformarse con el último resultado acaecido porque, acabar, hay que acabar esto ¡como sea!
Historia de amor, juego y trampas que aprende los pasos de tango que se marca pero al que le falta el alma, esa hechizadora esencia de ritmo embellecedor que hipnotiza y halaga, aquí juegan a mentiras arriesgadas, a trileros de cinco estrellas y a "Nueve Reinas" que nunca surgen por mucho que se visite su tierra en última estancia.
Anatole France, "Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento", sólo que éstas no entretienen tanto como deseas.