Animación global
por Paula Arantzazu RuizEn un momento en que la animación española goza de, al menos, cierto prestigio allende nuestras fronteras, Antonio Banderas, listo como un zorro, se atreve con el cine ídem para niños con Justin y la espada del valor, un trabajo de espíritu cien por cien internacional. La película, de hecho, cuenta con distribución en una decena de países, entre ellos Estados Unidos, donde se verá en más de 2000 salas. Más que internacional, espíritu global.
Ese ánimo global, heredero, en parte, del éxito de Las aventuras de Tadeo Jones, está patente en la historia, una clásica aventura y relato de iniciación universal de pocos sobresaltos: la cinta sigue a un joven que quiere ser caballero en un reino que ha desterrado a sus héroes para sustituirlos por burócratas y abogados. El propio progenitor de Justin, el protagonista, es el letrado que provocó el cambio copernicano, para mal, del gobierno, dejando a esa tierra huérfana de imaginación. Precisamente, algo de lo que la película no carece.
Y es que el amplio abanico de personajes tiene la suficiente fuerza como para cohesionar el trabajo, y Manuel Sicilia, el director del trabajo, les deja espacio para que se luzcan: desde Justin a su padre, su abuela, la reina, el villano Heraclio, la doncella pija Lara o la aventurera Talia (¿por qué todos los personajes femeninos del cine de animación español han de parecer una muñeca Bratz?). El más divertido, sin duda, es Melquíades, un mago bipolar cuya excéntrica personalidad les recordará a muchos padres a ese gran icono tras de nuestra televisión: el profeta Carlos Jesús. Un guiño, así, a nuestra cultura popular que le otorga el toque local a un trabajo con ganas de comerse todas las taquillas del mundo. Animación globalizada.
A favor: Su ambición.
En contra: El diseño de los personajes femeninos.