Golpe de Estado (2015).
En pocas palabras: una PASADA, la película del otoño. Imaginemos a una familia encabezada por el personaje que encarna Owen Wilson que por trabajo llega a un país asiático (¿Tailandia?), y a las pocas horas se ven envuelto en un conflicto armado y muy violento. Algo así como el genocidio que sufrió nuestro país, y sobre todo los republicanos de bien, en 1936, cuando un sociópata con complejo de inferioridad masacró a media España e impuso su ley a sangre y fuego.
Imaginemos que esta familia formada por cuatro miembros, dos de ellos niñas de corta edad, tiene que correr, esconderse, luchar por su vida y encontrar una salida para salir a toda prisa de ese país cruzando la frontera de otro que no es el suyo... y ahora, imaginemos que en lugar de tratarse de una película de ficción hablamos de una familia real, pongamos que de origen sirio, que huye para no ser masacrada a pesar de que los países europeos a los que aspira a llegar no le permiten el paso o se lo ponen muy difícil. Aquí tenemos una de las razones para ver esta magnífica cinta: la crítica feroz que hace. También contra la cruel explotación de los países del tercer mundo por parte de Occidente.
Dejando a un lado a Wilson y a Brosnan -los cuales llenan la pantalla como protagonista y secundario respectivamente (magnífico Pierce Brosnan coincidiendo con el estreno este mes de la última del 007 del que años atrás fuera su alter ego, por cierto)- debemos estar atentos a dos nombres menos conocidos, estos son; el director de la historia, John Erick Dowle, y la secundaria Lake Bell en el papel de la esposa y madre de la familia protagonista.
El primero nos muestra el auténtico terror que pasan los cuatro componentes de esta familia tejana, haciendo buen uso de la cámara subjetiva en combinación de la cámara lenta. La segunda, Lake Bell, más asidua a las comedias ligeras estadounidenses, arropa el trabajo de nuestro cabeza de familia de manera magistral; ejerciendo de madre cuando tiene que serlo y de heroína sobrevenida cuando no tiene más remedio.
En mi opinión la película no es recomendable, sino indispensable. Me tuvo sus 100 minutos pegado a la butaca padeciendo casi en primera persona lo mismo que sus protagonistas.
Raúl Cabral.
Puntuación personal: 7