¿Quién falla en esta edición del agente más resistente y longevo de todos los tiempos?
Y en la antesala divagaba... James Bond tiene motivos para estar amargado ¿no?, sin amigos -pues no puede confiar en nadie- el amor se le escapa, sólo breves aunque intensos romances en cada misión y puerto, su trabajo nunca será valorado pues como agente secreto salva al mundo pero es confidencial, su cuerpo está magullado de golpes, carreras frenéticas, saltos imprevistos y disparos a mansalva cuando menos te lo esperas, eso cuando no intentan envenenarle, asfixiarle o lo que se tercie según la originalidad del malvado de turno, siempre de perfecto traje vive rodeado de lujo, estilo y clase, bebidas exclusivas y coches impresionantes pero nada es suyo, todo corre a cargo de un estado británico que esperemos nunca le corte el presupuesto, siempre solo, siempre en la sombra, siempre con un aura de infelicidad rondando su persona que, aunque lo lleva con resignación y sobriedad, no dudo de que duela en el alma...ssshh ¡que empieza!
“¿Confías en mi?” “¿Tengo elección?” “Ya no”; entonces, Spectre ¡demuestra tu mejor arte!
Por qué estoy un poco decepcionada?, ¿desilusionada en conjunto?, ¿aplanada sin el acelerado subidón previsto?, y no me quejo de la acción, ésta es frenética, vertiginosa y veloz, más un impresionismo de imágenes y localizaciones espectaculares y gloriosas que maravillan la vista pero, es hermético en exceso, hay demasiado ceremonial, artificial pose artístico que no encandila ni seduce por igual a su hermana la razón, amén de que la historia no cala, atrapa o emociona, tus sensaciones están en parada, a la espera de mayor motivación y alimento que no acaba de coger robusta consistencia.
Se hace larga -imperdonable, pero presente, el acto reflejo de ojear el reloj estando quién está en pantalla- debido a un argumento que no termina de fascinar, mayor ironía y humor que otras veces, misma deslumbrante fotografía, misma finalidad, persecución de imponer justicia contra todos, incluido el viento y la marea, mismo osado perfil, misma devoción y ganas..., pero desgraciadamente no mismo entretenimiento y distracción.
No deja misma huella que sus antepasados, que sobrevienen en una comparativa perjudicial para la presente, la cometa Bond, en manos de ideado huracán, no estimula ni anima en contenido, ilustra la visión y la constante mirada hacia el cielo pero, no consigue tu plena atención sin ese ligero despiste o momentáneo desvío solicito que ocurre; esta licencia para matar, también lo es para no matar y ofrecer una cháchara de relato que no produce más entusiasmo o aliciente que oírla con paciencia y a esperar que vuelvan los golpes, saltos, tiros y su fantástica acción.
“Las cosas que unen a las personas...” logra que, pasada la hora y pico, empiece a tener valor e interés su narrativa, la crónica donde James menos usa su estilizado y majestuoso traje resulta ser el más doloroso y cohibido en cuanto a habla y locución; pero ya hemos avanzado, dejado atrás la Bellucci y descubierto a Léa Seydoux, mucho más cautivadora y acertada -también escandalosamente más joven- y el nuevo plantel posee más reclamo; intentemos, de nuevo, el disfrute...
“Te reconocería con los ojos cerrados”, pero sólo tienes el espléndido efecto deseado la última hora, poco para dos horas y media ¿no?, y he aquí que surge el debate: el espíritu de estas historias ¿es la narración o la acción?, ¿su por qué o éste es secundario y pasamos a los disparos, explosiones y carreras?, ¿únicamente es adrenalina que hipnotice los ojos o, también debe aportar sustento a los oídos y mente?, ¿es necesario plantear el dilema de la elección, como parece obligar Sam Mendes al espectador?
Porque Daniel Craig sigue potente, feroz y apasionado, no ha bajado ni un grado su calidad, empeño y entrega, pero el resultado no es tan concluyente como sus anteriores entregas y su debilidad se encuentra, en la flaqueza de una cognición que escucha, pero no encuentra su punto fuerte.
“No es agradable sentirse vigilado” más cuando tu pecado es “el mal gusto para las amistades”, porque las buenas, sus ayudantes, apoyan la labor eficiente de su respetado 007, por tanto la mezquindad que reduce el satisfactorio encuentro procede de una C de cretino que no redunda en ansiedad por llegar hasta ella, la jugada conjunta no explosiona en abundancia ni en acierto, ésta va por etapas, y que al final se conquiste el pleno de la jugada no significa que la apuesta fuera, desde su principio, aceptable y meritoria; enrolarse en el último tramo no es haber disfrutado de la novela y su proceso, es que al final, y como norma habitual, James Bond se las apaña, con su mera presencia y sin abuela, para lograr con sus encantos conquistarte.
“¡Acaba ya!” “No tengo balas”, entonces ¿era eso lo que contaba? “eso y que tengo algo mejor que hacer”, eso es seguro porque, en esta ocasión ¡no han sabido explotar tu mejor arte!
Los muertos del pasado siguen vivos...
Lo mejor, James Bond, agente secreto 007 que nunca falla.
Lo peor, el director y guionista no parecen estar a la altura de su inevitable sombra “Skyfall”
Nota 6