En un mundo de óxido y vegetación
por Quim CasasFiel escudero de J.J. Abrams en sus inicios catódicos, Matt Reeves se ha especializado como director cinematográfico en derivaciones, remakes y secuelas: Monstruoso apela a la modalidad del cine de terror con cámara subjetiva y estilo de falso documental, Déjame entrar es la versión estadounidense del homónimo filme sueco de vampiros y El amanecer del planeta de los simios inicia su relato allí donde concluía el de El origen del planeta de los simios. Reeves propone mayor consistencia visual a la conseguida por Rupert Wyatt en aquel filme, aunque temáticamente resulte previsible dado el número ingente de continuaciones y nuevas lecturas que se han hecho sobre el tema desde El planeta de los simios de Franklin J. Schaffner.
Todo parece indicar que los simios evolucionados y revolucionados por César se han hecho con el control del planeta, pero la realidad es que la Tierra (sintetizada aquí en una región cercana a San Francisco) se la reparten casi equitativamente los monos y los humanos que han sobrevivido a la gripe catastrófica. Unos tienen miedo de los otros y viceversa. Y aunque en el fondo desearían vivir en paz (salvo los ostensibles brotes violentos y racistas de algún personaje tanto de uno como de otro bando: más que una historia fantástica, es una parábola sobre el racismo), saben que están condenados a enfrentarse en un mundo devastado.
La imagen pos-apocalíptica de casas, rascacielos, puentes y carreteras inundadas de vegetación y óxido está al orden del día (de las teleseries The Walking Dead y Revolución a películas como Los últimos días), y Reeves se aplica en mostrarnos esta sociedad en decadencia donde los humanos necesitan recuperar la energía eléctrica y los simios no la necesitan; eso les hace más peligrosos, como comenta uno de los personajes, aunque no por ello deben salir vencedores.
Los detalles de confraternización son abundantes (el hijo del protagonista le enseña a un orangután el cómic Agujero negro, lo que tiene sentido teniendo en cuenta que el tebeo de Charles Burns trata sobre la diferencia y la marginalidad) y las escenas de acción están resueltas generalmente en briosos y estilizados contrapicados que muestran la evolución de los chimpancés evolucionados de rama en rama, como si éstas fueran grandes astillas en un bosque irreal. El argumento flaquea en algunos momentos y la dialéctica entre personajes es simple (humanos buenos/humanos rencorosos, simios buenos/simios violentos), pero El amanecer del planeta de los simios tiene todo el empaque visual, e incluso emocional, que no logró Tim Burton en su versión.
A favor: un ritmo impecable y una visualización poderosa.
En contra: una trama argumental algo simplista.